COLUMNA INVITADA

Ser diferente: "Igualdad atacada por la sociedad"

El nivel de desaprobación social del personaje es revestido en una atmósfera lúdica, pero con una gran enseñanza sobre tolerancia y desigualdad

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En la coproducción fílmica franco-belga-británica, Ma vie en rose (1997), la inclinación natural de Ludovic, un niño de seis años, por sentirse niña, altera la vida de toda una comunidad en un barrio francés de clase media-alta: Ludovic sufre bullying –por ser diferente–; el papá es prácticamente despedido del trabajo –por tener un hijo distinto–; la mamá es excluida del vecindario –porque no tiene un hijo hombre “igual” que las demás vecinas–. El matrimonio atraviesa por una crisis por este motivo; la familia entera debe mudarse a un suburbio de menor categoría como una especie de refugio y anonimato, para que nadie sepa que Ludovic se asume como género femenino.

El nivel de desaprobación social del personaje es revestido en una atmósfera lúdica, pero con una gran enseñanza sobre tolerancia y desigualdad. Aunque se aleja profusa y rápidamente de una realidad más cruenta como agresiva.

El principio de igualdad es uno de los pilares –que junto con la autonomía de las personas y la dignidad humana– conforma el núcleo esencial de los derechos fundamentales. Este principio implica que cualquier individuo tiene el derecho a valerse de todos los recursos necesarios y bienes primarios para lograr una vida autónoma y digna, en igualdad de condiciones en relación con todos los demás.

Por supuesto, para alcanzar lo anterior deben observarse las máximas aristotélicas sobre la igualdad: justicia entre iguales y equidad entre desiguales. Durante siglos, las sociedades han mantenido una lucha constante para que el Estado reconozca y admita esa igualdad: la abolición de la esclavitud, el derecho al voto a favor de las mujeres, el reconocimiento de los pueblos indígenas, la aceptación de las diferencias religiosas y sexuales, la tolerancia política, la no discriminación racial.

Sobre esto, se han escrito océanos de tinta, desde documentos constitucionales y legislaciones, pasando por la dogmática y la acción social, hasta sendas sentencias de tribunales constitucionales que defienden la igualdad frente a opresiones legislativas y actos de autoridad discriminatorios.

A pesar del triunfo social sobre el Estado para que se respete la igualdad, en la sociedad contemporánea perviven y subsisten resabios o lastres que atentan contra la igualdad, a pesar de que ahora el Estado ha establecido parámetros normativos, políticos y conductuales de respeto a esa igualdad.

A la fecha en que se escriben estas líneas, llegó a México la última película de dibujos animados producida por los estudios Disney-Pixar, la cual ha generado la indignación y escándalo por una parte de la sociedad, conservadora como hipócrita, por una escena de afecto entre dos mujeres. Esto, considerando que la película es para un público infantil. Por la misma razón, se censuró el film total o parcialmente en diversos países.

El problema –absurdo por donde se vea– es que tales expresiones de afecto alteren la psique sexual de las y los niños, cuando en realidad los alterados son algunos adultos que no comprenden el principio de igualdad. Y lo incoherente es que, ahora la sociedad sea la que determina que ser diferente es un problema. ¿Cómo seremos juzgados por pensar de una manera “diversa”, para otros equivocada, en veinte o cien años?.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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