DEFINICIONES

Así mataron a dos sacerdotes jesuitas

Si los criminales pueden entrar a una iglesia y asesinar a dos clérigos de 79 y 81 años, ¿qué más no son capaces de hacer en este México violento?

OPINIÓN

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Manuel López San Martín / Definiciones / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La tarde del pasado lunes 20 de junio, al interior de la iglesia de Cerocahui, en Chihuahua, los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora, de 79 y 81 años respectivamente, fueron asesinados. Los mató un hombre al que conocían, y a quien intentaron convencer de no disparar contra otra persona que perseguían, y quien también murió en el lugar de un balazo.
 
"La tristeza nos invade, no sólo por los que hoy caen, sino por todos aquellos que han muerto, consecuencia de una guerra absurda y estúpida. Mis hermanos Joaquín Mora y Javier Campos se suman a la ineptitud gubernamental, incapacidad de aquellos que fueron elegidos para protegernos y que nos siguen abandonando a nuestra suerte".
 
"No es sólo el que aprieta el gatillo sino también aquellos que teniendo el poder para detener esta barbarie y prefieren no hacer nada, ellos también son cómplices. Tarde o temprano sucedería, todos los sacerdotes de esta región sabemos el riesgo de estar en estas tierras; hoy nos toca sufrir dichas consecuencias y lo asumimos, porque nos sabemos parte del pueblo, al que hemos acompañado en sus momentos de tanto dolor", escribió en sus redes sociales Francisco Moriel Herrera, sacerdote de la diócesis Tarahumara.
 
El multihomicidio ocurrió luego de que un hombre buscara refugio en el templo católico al ser perseguido por personas armadas que querían acribillarlo. El hombre encontró las puertas de la iglesia abierta y en su interior estaban los sacerdotes, que trataron de contener a los agresores, a quienes conocían. El supuesto sicario, identificado como Noriel Portillo Gil, “El Chueco”, presunto líder de una célula del brazo armado del Cártel de Sinaloa en Chihuahua, habría estado bajo el influjo de drogas al momento del crimen.
 
“Los sacerdotes pidieron no disparar”, me narra el padre jesuita Jorge Atilano González.
 
Tras el asesinato, un tercer clérigo suplicó a los hombres armados que no se llevaran los cadáveres de los jesuitas. No fue escuchado. Hasta ayer por la tarde, al cierre de esta columna, no se conocía dónde estaban los cuerpos.
 
Lo que sucedió es más común de lo que podría pensarse. Ambos sacerdotes eran la autoridad en la comunidad y habían sido mediadores entre los habitantes de la región y los grupos delictivos. Conocían a su agresor, conocían a quien los asesinó.
 
La sierra Tarahumara es una zona marginada, olvidada y de difícil acceso. Los jesuitas tienen siglos ahí y conocen y han aprendido a convivir con grupos y, en las últimas décadas, también con los delincuentes.
 
La historia del asesinato de dos sacerdotes retrata la descomposición que baña al país. Si los criminales pueden entrar a una iglesia y asesinar a dos párrocos de 79 y 81 años, ¿qué más no son capaces de hacer en este México violento?

POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
M.LOPEZSANMARTIN@GMAIL.COM
@MLOPEZSANMARTIN

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