COLUMNA INVITADA

Libertad de expresión y ecosistema digital

La libertad de expresión siempre ha sido motivo de inquietud y preocupación del poderoso, desde el tirano hasta las democracias más probadas en el terreno político

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Uno de los derechos fundamentales más relevantes que distinguen a una sociedad democrática, baluarte desde los primeros movimientos de derechos humanos, ha sido la libertad de expresión. Figura recurrente y venerada en la historia política de las democracias occidentales, es esta libertad, con un arraigo y desarrollo particulares en las naciones angloamericanas.

Elemental es que el derecho a la vida y la libertad física constituyen los basamentos de la dignidad humana. Pero considero que conformarse con estos dos pilares sería un error, pues sólo nos permitiría garantizar una existencia simple del ser humano, no así el desarrollo de la humanidad como un proceso continuo y evolutivo que permite la materialización y ejecución real de los pensamientos, por más abstractos que sean. La libertad de expresión es el mecanismo que permite a los individuos traspasar el fuero interno, romper la esfera de la individualidad, cruzar la frontera hacia la realidad tangible y social. El pensamiento etéreo se positiviza, sensiblemente, en franca paráfrasis comtiana.

La libertad de expresión siempre ha sido motivo de inquietud y preocupación del poderoso, desde el tirano hasta las democracias más probadas en el terreno político. En Roma, por ejemplo, subsiste una escultura cuya fama no es atribuible a la estética, sino al uso que se le dio a partir del siglo XVI, como escaparate a las críticas que el populus romanus necesitaba expresar respecto de las acciones y medidas políticas de la época. Y lo hacía a través de pegatinas suscritas por un tal Pasquino –por cierto, palabra de la que deriva la voz pasquín– quien furtivamente en las madrugadas colocaba tales reclamos. No podía ser de otro modo, era mortalmente peligroso en esa época expresar cualquier pensamiento crítico.

Esta manía - para algunas y algunos - de coartar la libertad de expresión se mantiene en la actualidad. Por ejemplo, hay un debate intenso en Estados Unidos, en relación con el derecho que las empresas de redes sociales tienen para moderar los contenidos expuestos en sus plataformas por partidos políticos, candidatos y funcionarios públicos, frente a la libertad de expresión y de recibir información.

Por un lado, la Corte de Apelaciones del Decimoprimer Circuito, en Florida, determinó la inconstitucionalidad de una ley local por vulnerar la Primera Enmienda que garantiza ese derecho, y consideró que las empresas de redes sociales son actores privados, que tienen un derecho denominado “criterio editorial”, para moderar los contenidos publicables. Pero, por otro lado, la Corte de Apelaciones del Quinto Circuito, en Texas, emitió un fallo que limita ese derecho de criterio editorial, en aras de la libertad de expresión de los usuarios, también contenida en la Primera Enmienda.

Resulta preocupante - es innegable - que algún funcionario público, para respaldar sus ideas, vocifere o haga un llamado a la violencia, a la irracionalidad, en perjuicio de las instituciones democráticas. Sin embargo, es a la vez peligroso también escamotear la libertad de expresión, que ese papel de censores lo lleven a cabo supuestos actores privados que no son más que grandes empresas trasnacionales –los que algunos llaman la gran oligarquía.

El debate sigue ahí; es harto difícil de resolverlo y me permito añadir sólo una sugerencia: es preferible mantener las libertades que limitarlas, aun cuando las razones para hacerlo pudieran parecer plausibles. De lo contrario, el siguiente paso podría llegar a ser la censura, pero a nadie le convendría vivir censurado.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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