COLUMNA INVITADA

Delincuencia organizada y elecciones: breve recordatorio

Los criminales carecen de honorabilidad. Sus códigos son internos, utilizados con fines de adoctrinamiento y control de sus integrantes

OPINIÓN

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Manelich Castilla / Colaborador / Opinión El Heraldo de México

Ignorar las lecciones de la historia es el primer paso para fracasar en el combate al crimen y condición ideal para tornar irrealizables los fines de la seguridad pública: prevenir, investigar y perseguir delitos, así como aplicar sanciones de carácter administrativo. No importa la voluntad gubernamental, si se parte de cero en la implementación de política pública en la materia.

El adanismo, esa tendencia a considerar que todo es nuevo y dotar de carácter fundacional a lo que no lo tiene, es uno de los peores vicios en la tarea de gobierno. Sostener una estrategia de seguridad desde el discurso y no con evidencia, es apostar al retroceso.

América Latina acumula historias que debieran ser irrepetibles. Por citar alguna, está la de Pablo Escobar Gaviria, el sanguinario colombiano que incursionó en política y escaló el negocio criminal del narcotráfico al terrorismo.

Entre delincuente y terrorista existen grandes diferencias, principalmente por las motivaciones de cada uno. Uno busca lucro económico, el terrorista, imponer una agenda al Estado por razones políticas e ideológicas. Cuando se mezclan ambos intereses, el resultado es catastrófico y aún peor cuando lo hacen a través de la política de partidos.

El macabro legado de Escobar, vigente a partir de series de alto rating en plataformas digitales, recuerda aspectos que todo gobierno debiera tener presente al momento de plantear e implementar su estrategia de seguridad en un contexto electoral.

La delincuencia organizada carece de honorabilidad. Sus códigos son internos, utilizados con fines de adoctrinamiento y control de sus integrantes, jamás se someterán al Estado, antes bien, apuestan a reducirlo y hacerlo partícipe de planes y propósitos de su agenda criminal.

La delincuencia se mofa de la buena voluntad de los gobiernos. La evidencia señala que la criminalidad organizada impone agendas de corto plazo a través de las cuales pretenden sustituir al Estado para lograr adeptos y emplearlos en favor de sus negocios. Es mentira que hagan altruismo; invierten en mano de obra y abaratan las vidas humanas, que se tornan intercambiables con profunda ligereza.

La incursión de la delincuencia organizada en la política es de sus más ambiciosas metas, pues tener posiciones en los tres órdenes de gobierno facilita las tareas de su maquinaria delictiva. Visibilizar sus acciones en tiempos electorales es la señal de alerta más grave para la salud de la vida democrática.

Los más poderosos grupos del crimen organizado son generacionales. Parten de la creencia que trascenderán administraciones, por ello desafían a la que esté en turno. Sin embargo, ven mermado su negocio cuando se les enfrenta operativa y jurídicamente. Así lo dicta la experiencia italiana. México tendrá pronto elecciones locales y en 2024 cambio de gobierno. La delincuencia estará a la caza de espacios. Es obligación del Estado impedir su avance. La firmeza del Estado no riñe con programas sociales ni con buenos deseos. Las lecciones allí están. Ojalá se tengan en cuenta

POR MANELICH CASTILLA
COLABORADOR
@MANELICHCC

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