LA ENCERRONA

Indicadores para mejorar la realidad

Las nuevas categorías que se incluyen a la medición en perspectiva de género visibilizarán el rol sistémico de las mujeres en el mundo

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“La igualdad de género es fundamental para garantizar que los hombres y las mujeres puedan contribuir plenamente en el trabajo, en el hogar y en la vida pública”. José Ángel Gurría.

El día de ayer Coneval publicó los nuevos indicadores de pobreza y género en México 2016-2020, cuestión que celebro, pues si bien su metodología para la medición de la pobreza nos ha proporcionado información que nos permite conocer de manera clara las distintas problemáticas e implementar acciones y estrategias para reducir estas, también se ha orientado analizar las carencias sociales desde una óptica de derechos humanos.

Para nadie es un secreto que la economía feminista dista de ser un derecho humano para nosotras, por lo que las nuevas categorías que se incluyen a la medición en perspectiva de género visibilizarán el rol sistémico de las mujeres en el mundo y abonarán a eliminar la segregación de género horizontal y vertical.

El problema es que los indicadores no se han visto reflejados en acciones dentro de la política social del país y que aún estamos lejos de conciliar la desvalorización del trabajo femenino con el masculino. Por eso, la importancia de la creación de nuevas categorías e indicadores debe radicar en una nueva conceptualización del trabajo y en las estructuras sociales del patriarcado y el capitalismo.

Como un botón de muestra, al día de hoy, según la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, las mujeres tenemos un salario 12.2 por ciento menor que el de los hombres, y según la última actualización del Inegi en el 2020; las tareas del hogar y cuidado ascendieron a 6.4 billones de pesos, equivalente a 27.6% del PIB. Y como si esas cifras no fueran ya un desafío en la implementación de políticas públicas, según datos del mismo Inegi, si el trabajo no remunerado fuera un sector, sería el más grande del país por su valor económico. La estimación para 2020 fue 47% mayor que el valor del sector comercio.

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Al analizar estos datos y los nuevos indicadores del Coneval nos permite dimensionar no sólo la importancia y la carga desigual que enfrentamos las mujeres, también la segregación ocupacional por género desde la óptica patriarcal. Por primera vez, la medición vista desde una óptica de género pone en la mesa la discusión sobre el sistema de cuidados, el amparo de los derechos de las personas dependientes, la asignación presupuestal para políticas integrales que fomenten la inserción laboral ante condiciones de maternidad, las cuestiones económicas y fiscales que tiene el trabajo doméstico y los estereotipos de género en la naturalización del cuidado feminizado.

Es una oportunidad para salir del discurso androcéntrico que regula la actividad salarial vista desde la generación del capital y empezar a establecer nuevos mecanismos que construyan la dicotomía entre el trabajo y no-trabajo. Es romper con la idea de producción que nos ha marcado el capitalismo.

La economía feminista es un nuevo sistema que llegó para quedarse y es responsabilidad y obligación del Estado propiciar las condiciones necesarias que disminuyan la brecha salarial vista de manera integral y desde una perspectiva de derechos, por ejemplo, la ampliación de licencia parental y paternal, la extensión de servicios públicos de cuidado, la regulación laboral, entre otros. Es momento de tomar acciones e intervenciones puntuales que reviertan la situación económica de las mujeres, debemos de tomar en cuenta los indicadores y hacer una mejor realidad para las mujeres.

POR ADRIANA SARUR

ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM

@ASARUR

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