Uno de los mayores fenómenos amenazantes en la actualidad es el calentamiento global y el agotamiento de recursos en el planeta. La producción y consumo de energía son los principales factores del cambio climático, representando el 60% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo. En este sentido, organismos internacionales y nacionales han puesto en marcha diversas estrategias para incentivar entre la industria, las empresas de todo tipo e incluso en los hogares, prácticas de eficiencia energética, disminución del desperdicio y estrategias de ahorro.
Los esfuerzos han ido permeando en las industrias y en la sociedad. Particularmente en las nuevas generaciones, cuyos hábitos de consumo tienden hacia la preferencia por la compra de productos con características de precio y calidad, pero también sustentabilidad ambiental, los consumidores responsables. IBM en su reporte sobre hábitos de consumo encontró que 55% de jóvenes pertenecientes a la generación Z compran a marcas que consideran ecológicas; KIBO registró 41% dispuesto a pagar más por la moda sostenible; Global Web Index identificó 64 % de los encuestados manifestaron disposición a pagar más por un producto amigable con el medio ambiente.
No obstante, tenemos retos y paradigmas por superar, como el aprendizaje efectivo del uso racional de aparatos tecnológicos. Si bien hay nuevas tecnologías que contribuyen al ahorro energético, hay también otras que lo agudizan. Las nuevas y viejas generaciones debemos aprender a distinguir estrategias de ahorro energético en el consumo de tecnologías y dispositivos de acceso, dada la evidencia estadística que pone en cuestión el conocimiento, manejo y adopción de hábitos de consumo responsable. Los jóvenes de la generación Z usan hasta 3 dispositivos (laptop, teléfono y Tablet) para navegación en internet impactando de manera negativa el ahorro energético. El uso de teléfonos inteligentes se calcula por más de 10 horas al día. De acuerdo con HMD Global, la población con acceso a dispositivos móviles pasa más de 18 horas frente a la pantalla del móvil a nivel mundial.
Una práctica de gran utilidad en materia de ahorro energético en la empresa puede ser la adopción de sistemas de medición de consumo energético, para contar con datos precisos y en tiempo real tipo Smart Billing que mediante sensores de hardware de IoT, obtiene y procesa datos hacia la nube con el fin de conocer patrones potenciales de consumo ineficientes y su reducción. En los hogares, las prácticas más conocidas y sencillas son el uso de medios de transporte, como la bicicleta o el patinete; apagar la luz donde no se requiere; aparatos electrónicos desconectados cuando no se usan; reciclaje y consumo responsable incluidas las tecnologías.
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