¿Alguien tiene derecho a sorprenderse? Un régimen mafioso en el Kremlin ha declarado que su seguridad está amenazada por un vecino mucho más pequeño que, según afirma, no es un país verdaderamente soberano, sino sólo un juguete de Estados occidentales mucho más poderosos. Para hacerse más seguro, insiste el Kremlin, necesita morder parte del territorio de su vecino. Las negociaciones entre las dos partes se rompen; Moscú invade.
"Era el año 1939. El régimen en el Kremlin estaba dirigido por Joseph Stalin, y el país vecino era Finlandia".
Así inicia el texto de Stephen Kotkin, catedrático de la Universidad de Princeton, en la revista bimestral Foreign Affairs, que publica el Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York y representa el consenso del pensamiento internacional de EU.
Para Kotkin la Guerra Fría nunca terminó. Porque así como en 1939 no hubo institución capaz de poner fin a la abierta agresión de una potencia contra un país más pequeño, tampoco hoy parece haberla.
Y no tan curiosamente, ni Rusia ni EU son parte de la Corte Internacional de Justicia y se las arreglan para acatar sólo aquellas disposiciones de la ONU que les convienen.
La invasión de Ucrania inició, eso sí, en nombre de la seguridad y la extirpación de una ideología identificada con muchos, para no decir todos, los vicios privados del mundo: autoritarismo, racismo, intolerancia y sexismo...
Pero más allá del pretexto, el actual conflicto en Ucrania está lejos de un final: un potencial cese el fuego debe seguirse con negociaciones de paz y, al final, acuerdos para la investigación de crímenes de guerra.
De hecho, se cree que el cese el fuego podría ser declarado el 9 de mayo, en el aniversario del Día de la Victoria sobre la Alemania Nazi, en 1945, pero luego de una brutal intensificación para asegurar ventajas en la mesa de negociación.
Y su condición principal podría ser el Donbass, la región donde se encuentran las "repúblicas" separatistas prorrusas de Donetsk y Lugansk, y donde se espera un conflicto de baja intensidad que puede durar años y abarcar a otros países.
El hecho se traducirá, en todo caso, en una polarización de puntos de vista, entre aquellos que desean ver a Vladimir Putin y Rusia como un símbolo de la resistencia a la hegemonía estadounidense o los que lo ven como señal de todo lo malo que pueda ocurrir en el mundo.
Putin es un nacionalista y los rusos apoyan su liderazgo y sus propuestas, que no son necesariamente buenas ni plantean a Rusia como un contrapeso real a Estados Unidos, o la Unión Europea –excepto en lo militar–.
Eso tampoco hace a Volodímir Zelenski un héroe incuestionable, ni convierte a los EU, la UE o la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en hermanas de la caridad.
Pero es difícil olvidar que el actual conflicto se desarrolla en territorio ucraniano, que las regiones que disputa Rusia son ucranianas, que la mayor parte de los muertos son ucranianos, y que el país devastado por el conflicto se llama Ucrania.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
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