COLUMNA INVITADA

Seguridad como manifestación de poder

Ante la evidencia de un número creciente de muertes violentas, el gobernante debe innovar para enmendar el camino

OPINIÓN

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Manelich Castilla / Colaborador / Opinión El Heraldo de México

La definición del poder con la que más me identifiqué en la etapa de construir convicciones, la escuché del expresidente de España, Felipe González, a mediados de los 90, en una caminata con el ingeniero Carlos Slim Helú por los jardines del Centro de Estudios Históricos de Condumex, primera sede de la Casa del Becario de la Fundación Telmex, en el corazón de Chimalistac, San Ángel.

Quien encabezara el gobierno español por más de 13 años, comentaba a un pequeño grupo de estudiantes que ejercer el poder, más que privilegio es enorme responsabilidad, pues implica la capacidad de una o pocas personas, para influir en la mente y acciones de muchas. Mientras más vidas se ven afectadas por la voluntad de una persona, más poder tiene. De ahí el enorme peso de ejercer posiciones en donde las decisiones del día a día afectan a millones.

Una mente clara es capaz de resumir una cantidad importante de conocimientos sobre un mismo tema. El del poder ha sido objeto de estudio desde los clásicos como Platón o Aristóteles, hasta Maquiavelo, Nietzsche, Foucault, Weber o Dussel, entre decenas o centenares de mentes que lo han analizado e interpretado. Las palabras de Felipe González resumían gran parte de las ideas de dichos pensadores.

El espacio de un artículo de opinión siempre será limitado para profundizar en temas tan relevantes, pero suficiente para dejar plasmada una idea y es lo que en este texto pretendo.

Reconocer al poder como posibilidad de imponer la voluntad de uno o pocos sobre millones, y entender que llegar a posición tal implica vencer en disputas personales o de grupo a otros que aspiran a detentarlo, ayuda a comprender la relevancia de la política, que es el medio más civilizado para alcanzar posiciones de poder, aunque algunos la desprecien. 

Ejercer el poder entraña más desafíos que los de la lucha por su obtención. El líder político debe transformarse eventualmente en ejecutor y constructor de política pública, la más alta responsabilidad en tareas de gobierno.  Y dentro de éstas, las propias de la seguridad pública recobran una importancia mayúscula.

Quien alcanza el poder político con amplio respaldo social, enfrenta el reto de mantener esa condición con base en su aptitud para administrar y gobernar. El talento se traduce en resultados, pues el discurso, por convincente que sea, tiene fecha de caducidad.

En seguridad pública, una política exitosa se traduce en protección eficaz de la vida de los ciudadanos. Ante la evidencia de un número creciente de muertes violentas, el gobernante poderoso debe innovar para enmendar el camino. No corregir lo llevará paulatinamente a perder poder e influencia, y en seguridad, eso equivale a perder el control en detrimento de la sociedad. La seguridad no es cuestión de voluntad, sino de resultados. 

Así fueron medidos los gobernantes poderosos del pasado; así se medirá en el futuro a los detentadores del poder en el presente.

POR MANELICH CASTILLA
COLABORADOR
@MANELICHCC

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