LA ENCERRONA

Consecuencias en tiempo real

El manotazo en la mesa para asustar a las potencias mundiales no ha sido lo que Vladimir Putin esperaba

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“La guerra es la continuación de la política por otros medios”. Carl von Clausewitz

Putin ha seguido el manual del líder moral, todopoderoso, que no se dejará “humillar” por otras razas o naciones, aquel que encarna al pueblo y que lo guiará al resplandor que merece. Él y sólo él sabe y conoce lo que el pueblo necesita, porque el pueblo es él mismo. En la historia hemos visto ya a este perfil de gobernante —de izquierdas y de derechas, comunistas y capitalistas— que tienen el mismo traje a la medida, el del autócrata que decanta en dictador. Lo que cambian son las épocas donde cada uno de ellos ha decidido llevar a cabo su mesiánica misión y Vladimir Putin desdeñó el tiempo presente.

En la actualidad que vivimos es innegable decir (e incluso pensar) que estamos en la era de la interconexión, la inmediatez, de la emocionalización y del totalitarismo digital. A diferencia de lo que plasmó Geroge Orwell en su obra 1984, hoy sabemos que estamos siendo vigilados, pero lo hacemos voluntariamente al mostrarnos (más que desnudos) ante el mundo. Conocemos que los algoritmos sirven para “predecir” nuestra tendencia en gustos, consumo, preferencias y empatía con ciertas personas (perfiles) o situaciones. Por lo que uno pensaría que para tomar decisiones políticas y, aún más, cuando se trata de implementar una estrategia militar, lo anterior tendría que tomarse en cuenta.

Sin embargo, Vladimir Putin parece que lo pasó por alto al momento de invadir Ucrania, pues si bien él sabía perfectamente que al hacerlo vendrían las sanciones económicas, comerciales y políticas por parte de las naciones occidentales contra el país que mandata, ya que desde años atrás se preparó para este momento a través de su comunicación política de identidad, donde la Madre Rusia debería de volver al esplendor que “Occidente le arrebató”, no reparó en las consecuencias —en tiempo real— de un orbe digital vigilante, señalante y opinante. El presidente ruso ha dejado un importante flanco abierto al tener en completa exposición su narcisismo.

Otro desdén que ha caracterizado a la instrucción de Putin al invadir Ucrania es que jamás imaginó que el pueblo ucranio en realidad se siente identificado con su nación, libre y soberana, con su bandera, con su gente y no quiere estar debajo del “manto protector” ruso. Ha sido motivante ver cómo, a pesar del éxodo de tres millones de ucranianos, casi 200 mil connacionales que residían en otras latitudes han vuelto a su país para hacerle frente a las tropas rusas.

Ese “orgullo ruso” del que tanto habló Putin, realmente lo ha encontrado en las trincheras pintadas de azul y amarillo. El manotazo en la mesa para asustar a las potencias mundiales no ha sido lo que Putin esperaba y a partir de ahora veremos acciones desesperadas, tanto políticas (como las sanciones impuestas a Biden) como militares (la tentación de presionar el botón rojo de las armas nucleares). En este momento lo más peligroso es un narcisista que está siendo humillado por la actualidad de un mundo que no logró descifrar.

POR ADRIANA SARUR
ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM
@ASARUR

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