Las más recientes crisis diplomáticas con España y Panamá ponen en evidencia que la tesis de que la mejor política exterior es la política interior es un error histórico. Desde el inicio del sexenio nuestro país ha perdido presencia y prestigio en la arena internacional.
Los recortes presupuestales han limitado la capacidad de operación de nuestras embajadas y consulados, causando la indefensión de los Empleados Consulares Locales, y prácticamente han dejado morir a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, en medio de la más grande crisis migratoria de nuestra historia reciente. La política de austeridad republicana clausuró instituciones vitales como ProMéxico y el Consejo de Promoción Turística.
En materia de diplomacia, el Titular del Ejecutivo se ha negado a participar de forma activa en foros globales tan importantes como la ONU y Davos, limitando sus viajes al extranjero y sólo participando en eventos en los que lo que ha prevalecido es un mensaje presidencial ambiguo, plagado de supuestos ideológicos cuestionables.
Los dobles mensajes hacia el exterior son recurrentes: después de participar en el Foro sobre Energía y Cambio Climático, el presidente envió a la Cámara de Diputados una reforma constitucional que daña al medio ambiente, aumenta los costos de la electricidad y nos regresa a un modelo monopólico que atenta contra la competitividad y las inversiones.
La diplomacia mexicana vive tiempos difíciles, con un líder que se niega a utilizar la banda presidencial cuando recibe las cartas credenciales de embajadores y cónsules, y que ha apoyado de forma abierta a gobiernos autoritarios.
El nombramiento de embajadores y cónsules sin experiencia no es nuevo, pero los anuncios presidenciales que se dan sin el beneplácito de los países receptores sí lo son, ya que rompen todas las formas diplomáticas.
En medio del escándalo por evidentes e inocultables actos de corrupción de su propia familia que echan por tierra el discurso de la austeridad, el presidente utiliza la figura de pausa, inédita en la diplomacia, para “congelar” las relaciones con España. Ahora tenemos en puerta una crisis con los accionistas de Baker Hughes por posible tráfico de influencias y con nuestro principal socio europeo, así como un enfriamiento de nuestras relaciones con Panamá.
El presidente ha incurrido en una serie de errores históricos porque no se ha dado cuenta que la mejor política interior es una diplomacia activa, que dé prestigio a nuestro país y que nos inserte dinámicamente en el concierto de las naciones progresistas. Mientras esto no suceda, seguiremos perdiendo presidencia y protagonismo en la esfera internacional, y regresaremos a los tiempos de un México aislado y en constante crisis.
POR GINA ANDREA CRUZ
Gina Andrea Cruz Blackledge
Presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores América del Norte en el Senado de la República
TWITTER: @GinaCruzBC
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