Strike uno: recesión técnica en 2019. Y hay que subrayar, fue antes de la pandemia, para que no le echen la culpa al coronavirus.
Strike dos: 2020. Crecimiento negativo récord. Sí, aquí se puede decir que el factor detonante es la pandemia, pero López Obrador dejó que el dolor atacara a México sin anestesia, al negarse a aplicar medidas contracíclicas para evitar la destrucción de nuestra economía.
Strike tres, ¡fuera! Con el último dato del PIB publicado por el INEGI, se perfila una tercera recesión económica en lo que va de este gobierno. Con ello, AMLO está ponchado.
Como buen jugador de llano, este bateador es marrullero, y de inmediato ha ido a increpar al ampayer asegurando que no fue strike. Al graderío le cae bien, aunque no de una, y sus fans juran que el enorme abanico no fue tal.
Mientras analizamos la jugada, y decidimos si es o no strike, recordemos que este peculiar jugador llevaba 18 años queriendo ponerse al bat, y que el equipo lo contrató porque aseguró que rompería todos los récords con puro batazo de jonrón.
En la segunda mitad de 2021 la economía mexicana vivió una estanflación, al registrar dos trimestres de contracciones consecutivas del PIB y una inflación que superó el siete por ciento anual. Esto no ocurría desde la década de 1980. AMLO sí que está haciendo historia.
El balance de los primeros 12 trimestres de este gobierno tienen como resultado, seis trimestres en contracción económica y seis con ligeros crecimientos.
Si consideramos como base 100 el PIB de 2018, el PIB del cuarto trimestre de 2021 se ubica en 96.2 puntos. Es decir, la economía mexicana con este gobierno no solo no ha crecido, sino que es más chica en 3.8 por ciento.
Los factores que explican esta situación son conocidos: la cancelación del aeropuerto de Texcoco, el litigio con los constructores de ductos, la cancelación de las subastas eléctricas y de las rondas petroleras, el uso faccioso de la regulación para atacar a industrias como las de energía, alimentos, bebidas, tabaco, construcción, farmacéutica, automotriz, etc., los amagos de leyes absurdas desde el Congreso, y la tóxica iniciativa de reforma eléctrica son factores que han frenado en seco la inversión.
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Por si fuera poco, el gobierno ha reducido la inversión pública para infraestructura en sectores clave como el de comunicaciones y transportes, salud y agua potable. Mientras que en materia eléctrica y de hidrocarburos no ha podido sustituir la inversión privada ahuyentada, ni alcanzar los niveles de inversión que se tenían la década pasada.
Por otro lado, el gobierno ha ido en contrasentido de la flexibilización laboral, haciendo más difícil la recuperación del empleo y generando niveles de subocupación nunca vistos.
La falta de confianza para invertir en México hizo que el país desaprovechara la oportunidad de volverse proveedor sustituto de productos chinos que se vieron afectados por la guerra comercial entre Estados Unidos y el país asiático.
En el mismo sentido, la canalización de recursos públicos a proyectos de interés del presidente, pero que no generan beneficios sociales relevantes, impidió una recuperación económica sostenida. De haber canalizado más recursos para inversión, al salir de la crisis el país hubiera estado con una mejor infraestructura que le permitiría una mayor competitividad logística.
La ausencia de una política contra la corrupción ha llevado a que el país esté entre los más corruptos del mundo, al ubicarse en el lugar 113 de 139 países del Índice de Estado de Derecho que publica The World Justice Project.
Parecería que la solución es mandar a este pésimo pelotero a la banca y dejar que otros jugadores le ayuden al equipo. El problema es que él también es capitán, pitcher, catcher, parador en corto, jardinero de extrema derecha, preparador físico, psicólogo motivacional, coach, aguador y porrista del equipo. Así, no nos queda más que buscar cómo sobrevivir a lo que queda de partido.
POR FAUSTO BARAJAS
ESPECIALISTA EN POLÍTICAS PÚBLICAS
FAUSTO1707@YAHOO.COM.MX
@FAUSTOBARAJAS
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