MIRANDO AL OTRO LADO

Reconciliación, no polarización

Cada dicho del Presidente se orienta a la construcción de su visión peculiar de lo que ocurre en situaciones que bien podrían servir de factor de reconstrucción del beneplácito social nacional

Reconciliación, no polarización
Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al Otro Lado / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

AMLO promueve la polarización en cada dicho y acto, seguro que le conviene para mantener el poder. No está pensando qué es mejor para el país ni para las y los mexicanos en general. Piensa primero en sí mismo y en su familia, y después en las necesidades de Morena para prolongar su estancia en el poder.

Ante esa implacable e irrefrenable conducta presidencial, la encrucijada mexicana se define así: construir el tejido y la propuesta de la reconciliación social o resignarnos al enfrentamiento y la polarización entre mexicanos hasta la destrucción de la nación y de su viabilidad.

Cada dicho del Presidente se orienta a la construcción de su visión peculiar de lo que ocurre en situaciones que bien podrían servir de factor de reconstrucción del beneplácito social nacional. Tomemos el caso más reciente, de la Ministra Jazmín Esquivel y el plagio flagrante de su tesis de licenciatura. Ante lo que significa el descrédito de la Ministra para su plan de apoderarse de la Presidencia de la SCJN, López Obrador lanzó una filípica en cadena nacional para minimizar y justificar la conducta ilegal de su candidata. Acto seguido quiso desacreditar a quien denunció el hecho con infundios, insultos y acusaciones sin fundamento alguno, incluso agregando personajes que no tienen nada que ver con el asunto, como Enrique Krauze. Es decir, utilizó el podio del Estado para lanzar invectivas contra sus enemigos, y también para ocultar las ilegalidades de su Ministra aliada.

El método es el mismo en todos los casos. Enlodar al máximo a quienes considera opositores o enemigos (escritores, intelectuales, médicos, periodistas, ciudadanos, padres de familia, feministas, ecologistas, economistas y más) para encubrir algún acto, situación o corruptela de algunos de los suyos.

Su palabrería no tiene límites, pues las siguientes frases que emite contradicen, con regularidad, lo que acababa de decir. Es por ello que quienes siguen puntualmente sus mañaneras pueden afirmar que, al haber realizado 1,000 conferencias de prensa, ha emitido 94,000 mentiras porque en cada una dice 94 mentiras. Es de notarse que Trump hacía lo mismo, como herramienta política no para dar gobernanza a su país, sino para destruir el tejido fino de la democracia y sus instrumentos de conciliación, en un intento por apoderarse totalmente del poder. Probablemente nunca sabremos si los dos Presidentes confabularon en sus intentos por prolongar sus estancias en el poder, o si simplemente ocurre una curiosa coincidencia entre un populista de derecha y uno de izquierda. Pero el hecho es que los dos han gobernado con el mismo método: provocar la polarización in extremis para así ganar la partida y destruir a quienes confían en la democracia.

Y los casos se siguen acumulando. El conflicto completamente artificial e innecesario con el gobierno de Perú ahora lo escaló AMLO al acusar a Biden de ser en promovente del “golpe de Estado” en ese país, ocultando que el golpista (fracasado, hay que decirlo) es su incompetente aliado Pedro Castillo, ahora encarcelado precisamente por esa razón. ¿Cuál es el propósito de AMLO de meter a Biden en el tema? Para tratar de construir la falsa narrativa de que el conflicto en Perú es producto del intervencionismo yanqui, cuando el verdadero intervencionista es él mismo, su Canciller y su malogrado embajador. Todo lo distorsiona para crear una narrativa alterna que puede, o no, coincidir con los hechos, pero eso es lo de menos. Lo importante es ocultar verdades, con hechos incluso inventados. Al estilo mañanero, pues.

Frente al método de decir y actuar del Presidente que lleva a México directamente a un choque social con consecuencias imposibles de prever, es necesario que las organizaciones ciudadanas promuevan una ruta alterna. Esa ruta debiera ofrecer, promover y construir la reconciliación social de México. Esto es, tendrá que realizar la hercúleana tarea de convencer a la mayoría de ciudadanos del país de que el futuro de la nación depende de que el país adopte la ruta de la reconciliación, rechazando la de polarización.

Aquí se señala en primer lugar a las organizaciones ciudadanas, y no a los partidos políticos por una razón muy concreta. Los partidos viven este periodo ofuscados por sus problemas internos, los obstáculos que tienen para construir una visión con un horizonte histórico más allá de sus intereses político-electorales inmediatos y porque tienen una bajísima estima social.

Además, hay que recordar que los dos eventos político-sociales más relevantes de la oposición durante el sexenio que corre fueron promovidos para las organizaciones ciudadanas: en primer lugar, la unidad de tres partidos, creando la alianza Va Por México en el 2021 y, después, convocando a la gran marcha en defensa del INE más recientemente. A ambos eventos los partidos políticos fueron obligados a participar, inicialmente a regañadientes. Incluso, el partido Movimiento Ciudadano se ha negado a incluirse en esos procesos. Apuesta a una epifanía social incierta para salir del pequeño hoyo en el que se encuentra. 

Este liderazgo social-ciudadano se ha dado, entre otras cosas, por el hecho de no tener el fardo de pesados intereses creados, las organizaciones ciudadanas pueden pensar y analizar con más libertad acerca de qué hacer en diversos escenarios posibles, imaginando nuevos caminos, que es algo que no se permiten los partidos políticos, ni del oficialismo ni de la oposición. Hablando de decrepitud, es notable lo viejo que se ha hecho Morena en sus prácticas y en burocratismo, como un elefante reumático, a pesar de sus pocos años de existencia.  

Pero también es un hecho irrefutable que las organizaciones ciudadanas, por más creativas e ingeniosas que sean, también requieren del concurso, apoyo y acompañamiento de los partidos políticos. Dicho de otra manera, las organizaciones ciudadanas son una condición necesaria pero no suficiente para construir la nueva narrativa que requiere México, que es el reclamo de la reconciliación nacional. 

¿Qué es la reconciliación nacional? Es la eliminación del modelo de la polarización que todo lo lleva al extremo de la victoria o la derrota totales y al aniquilamiento del contrario. La reconciliación no significa la eliminación de las diferencias, que siempre deben existir en una sociedad democrática. Exige la consolidación de una sólida cultura de instituciones democráticas que sirven para que los contrincantes puedan dirimir sus diferencias a través del diálogo y, cuando esto no funciona, a través del voto, donde perdedores y ganadores aceptan el veredicto de las urnas, sin reclamar fraude y engaño. Para eso se requiere un sistema electoral creado por consenso, no un sistema impuesto por un lado del debate, y mucho menos dictado desde el poder.

Un sistema sano de reconciliación nacional exige mecanismos autónomos para asegurar que las partes cumplen con las reglas del juego y obedecen a la ley. El Estado de derecho, con sus contrapesos y mecanismos de rendición de cuentas, es fundamental para asegurar que la sociedad siempre pueda dirimir los asuntos públicos, respetando la opinión mayoritaria y a las minorías en contiendas creíbles y legítimas.

Las organizaciones ciudadanas deben abocarse a impulsar la plataforma de la reconciliación social, y también convocar a los partidos políticos no solo que se sumen sino, incluso, que abanderen juntos la causa de la reconciliación. Que sea el eje de su quehacer político.

La idea es confrontar los dos proyectos de nación en pugna: la reconciliación o la polarización. Son dos conceptos de sociedad radicalmente diferentes. Estoy cierto que una gran mayoría de mexicanas y mexicanos escogen la reconciliación.

POR RICARDO PASCOE

ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep

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