Es tradición en todas las Copas Mundiales que no todo gire en torno al balón. Desde el comienzo de la competencia de futbol en Qatar, los fanáticos árabes han estado boicoteando a los periodistas israelíes.
Un periodista israelí incluso intenta, cerca de los estadios de Doha, engañar a la multitud haciéndose pasar por ecuatoriano, pero no le salió bien y a cambio tuvo que escuchar el grito de "Palestina libre". Simpatizantes libaneses ondean la bandera palestina en las gradas de los estadios coreando "Palestina" detrás del presentador israelí. Reproducen una secuencia en la que una corresponsal de habla árabe de France24, en vivo desde Jerusalén, fue sorprendida por un grupo de jóvenes israelíes que la insultan en hebreo.
Por su parte, la bandera de Irán se ha convertido en un punto de discordia en la Copa. Aparentes simpatizantes progubernamentales la han agitado, gritando a quienes se manifiestan por la muerte de Mahsa Amini, mujer de 22 años detenida por la Policía moral del país.
Otros en los partidos ondearon la bandera del león y el sol de Irán, un emblema de su antiguo gobernante, el difunto Shah Mohammad Reza Pahlavi. Incluso la federación de futbol de Estados Unidos decidió mostrar la bandera nacional de Irán en las redes sociales sin el escudo de la República Islámica, para expresar "apoyo a las mujeres en Irán que luchan por los derechos humanos básicos".
Entre el bullicio y los clamores deportivos, en la Copa del Mundo de Qatar se distinguen tensiones y reclamos de larga data. Una de ellas es la impopularidad social de los acuerdos de Abraham, firmados desde agosto de 2020 bajo los auspicios de la administración estadounidense para garantizar la normalización de las relaciones diplomáticas entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, a la que se sumaron Baréin, Sudán y Marruecos.
Por su parte, la inesperada victoria de Riad sobre Argentina en esta Copa del Mundo fue una oportunidad para que las monarquías de la región proyectaran una imagen de cohesión. Pero la unidad entre las monarquías del Golfo se reconoce frágil todavía. Las ambiciones de Doha reviven la competencia regional, mientras que Arabia Saudita será a su vez sede de los Juegos Asiáticos de Invierno en 2029 y pronto podría postularse para una futura Copa Mundial.
Además, Doha sigue rechazando las exigencias de sus vecinos, quienes le impusieron sin éxito un bloqueo entre 2017 y 2021. Mientras tanto, los gobiernos del mundo parecen ignorar que Israel está en vísperas de tener el gobierno más extremista de su historia. Y si las victorias dramáticas de los equipos árabes en la fase de grupos de la Copa del Mundo se han convertido en una rara fuente de inspiración y unidad para los aficionados árabes, difícilmente se traducirá en cooperación gubernamental efectiva.
POR MARTA TAWIL
INVESTIGADORA DE EL COLMEX
PAL