El 30 de octubre, los brasileños reeligieron a Luiz Inácio Lula da Silva como su Presidente. Con ello, se consolidó la inclinación política de prácticamente todo el continente hacia la izquierda.
Sin embargo, Lula le ganó al actual mandatario Jair Bolsonaro por sólo un pequeño margen e iniciará su gestión con minoría en el Congreso.
Tras los resultados, bolsonaristas pidieron que las Fuerzas Armadas (FFAA) tomen control del gobierno y prevengan que Lula asuma la Presidencia… Reclaman un golpe de Estado. Durante su gobierno, los militares que ocuparon puestos en la administración pública ascendió de una manera significativa.
Da Silva tendrá la difícil tarea de reajustar las relaciones político-militares y cívico-militares en Brasil, por lo que vale la pena analizar la relación histórica que ha tenido con las FFAA.
A diferencia de otros gobiernos de izquierda que usan y abusan de las Fuerzas Armadas como herramientas multiuso de política pública, (ya sea para labores sociales-electorales, construcción de infraestructura comercial y obra civil), o incluso, como agentes de represión, el izquierdista emprendió un camino notablemente diferente durante su primer periodo de gobierno (2003-2010).
Lula hizo lo que, hasta entonces no se había visto en un gobierno de izquierda latinoamericano, los enfocó en una serie de misiones alineadas con su carácter: vigilancia de fronteras y espacio aéreo, protección del Amazonas y monitoreo del enorme mar brasileño que se le denominó Amazonas Azul por su basta riqueza.
Con la influencia de Mangabeira Unger, un filósofo brasileño del pragmatismo radical, quien encabezó una "Secretaría de Planeación Estratégica" se diseñaron y diseminaron políticas y estrategias de defensa con la mira de elevar a Brasil hacia el plano de "Potencia Media con alcance global". Para ello, se requería atraer la atención del mercado industrial, tecnológico y financiero internacional.
Se aumentó el presupuesto de defensa y reguló el proceso de adquisiciones, poniendo énfasis en programas de cooperación industrial, para atraer a la mayor inversión extranjera directa posible. Como efecto, las FFA vieron incrementada de una manera significativa la atención a sus necesidades. Fue un plan ambicioso… y funcionó.
Lula potenció a las Fuerzas Armadas brasileñas de una manera hasta entonces no vista. Emprendieron proyectos como el FX-2, que llevó a la selección del avión de combate sueco JAS-39 Gripen, que ahora se construye parcialmente en Brasil; el desarrollo del proyecto brasileño KC-X pasó al diseño y producción del avión de transporte KC-390, que hoy en día compite en el mercado internacional obteniendo ya, por lo menos, tres contratos en Europa; el programa PROSUB para la construcción de submarinos convencionales y desarrollo de submarinos de propulsión nuclear que ha desencadenado investigación sobre energía nuclear; e impulsó el desarrollo de la industria espacial y de las capacidades cibernéticas.
A diferencia de Bolsonaro, el gobierno de Lula no pretendió poner a las FFA de su lado incrementando su poder político o mucho menos. Da Silva tendrá la difícil tarea de desengranar a las Fuerzas Armadas del aparato político-administrativo brasileño.
POR IÑIGO GUEVARA MOYANO
DIRECTOR DE LA COMPAÑÍA DE INTELIGENCIA JANES Y ACADÉMICO VISITANTE DEL ATLANTIC COUNCIL, EN WASHINGTON, D.C.
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