La decisión del Senado de confirmar la prórroga de las Fuerzas Armadas para efectos de Seguridad Pública –en concordancia con la iniciativa priísta—, corresponde a una racionalidad constitucional, desde luego mucho mejor que la reforma que se hizo recientemente a leyes secundarias para adscribir a la Guardia Nacional a la SEDENA, de forma francamente inconstitucional. Al reformarse ese Transitorio Quinto del Decreto Constitucional, la certeza jurídica que le otorga a las Fuerzas Armadas permite una mayor estabilidad en las relaciones del poder interno y corresponde a una demanda nacional de utilizar, a estas, frente al fracaso, y la imposibilidad que hemos tenido, en un escenario donde el crimen organizado y sus aliados –de adentro y afuera— se han apoderado de territorios completos y han puesto frente a la pared a la sociedad mexicana, que se encuentra bajo el manto del pánico del terror y de la incertidumbre.
La racionalidad constitucional y la racionalidad pragmática nos permitirán cierto equilibrio en el próximo gobierno. Desde luego esta media también subraya el fracaso –que hasta hoy— se ha tenido en el tema, por abandonar a las policías civiles que operan en Municipios y Estados.
Finalmente, lo importante es que este asunto está en consonancia con la opinión generalizada en el país.
No obstante, lo anterior, el Ejército Mexicano y la Marina viven paradojas que nos inquietan y nos preocupan. Por una parte, sus “manzanas podridas” son acusadas de graves crímenes de Estado –en el caso de los asesinados en Iguala— y también se cuestiona el hackeo a través del Sistema Pegasus que, al parecer, se ha comprobado por algunos periodistas y defensores de derechos humanos.
Al mismo tiempo, el Ejército ha sido hackeado de una manera excepcional y única, en todos sus archivos confidenciales, lo que pone en peligro la Seguridad Nacional.
Algo esta sucediendo que no alcanzamos a percibir, tal parece que hay un embate contra algunas políticas del gobierno actual.
La renuncia de la Secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, sin duda está relacionada al tema más importante que tenemos en este momento de controversia con los Estados Unidos y Canadá.
Los factores del poder se están desequilibrando y existen incógnitas que nos deben poner en guardia, frente a agresiones externas. No se trata de una paranoia, sino de un examen de la historia en que, de alguna forma o de otra, se ha embestido frente a principios paradigmáticos, como lo son: la defensa de la propiedad, de los energéticos, del petróleo y de la electricidad; la posición y aparente neutralidad en el conflicto Ruso-Ucraniano; la falta de una política clara en materia migratoria; y, finalmente, la solidaridad con la izquierda latinoamericana –que se acaba de manifestar, una vez más, con la felicitación presidencial al ex mandatario Lula da Silva de Brasil, con motivo del triunfo primario que resultará en la Segunda Vuelta Electoral en ese país—.
Criticar el Presidente es un derecho y una obligación de la ciudadanía, que opina en forma diversa, pero no debemos perder de vista la interpretación de la historia y de las agresiones que se han recibido –por siempre— cuando México ha defendido su Soberanía.
Por encima de la polarización del lenguaje obsceno y de las divisiones internas, y más allá de los partidos y de su protagonismo por el poder, está el destino de la Nación.
Son tiempos de reflexión seria y de responsabilidad del Estado y del pueblo.
POR ALFREDO RÍOS CAMARENA
CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM
PRESIDENTE DEL FRENTE UNIVERSITARIO LATINOAMERICANO (1958-1962)
VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
MAAZ