El crecimiento de los mercados de carbono se disparó recientemente por la necesidad de gestionar la crisis climática, pero también por la adopción de las empresas de principios Ambientales, Sociales y de Gobernanza (ASG). Así, los mercados voluntarios de carbono alcanzaron los mil millones de dólares en 2021; en 2020, valían 306 millones. Los deportes no están ausentes en este movimiento: Qatar se comprometió a organizar la primera Copa del Mundo (CM) neutra en carbono (o de cero emisiones netas, o net-zero) de la historia en 2022.
Para bien o para mal, los créditos de carbono se convirtieron en la solución a la que recurren innumerables entidades privadas para alcanzar objetivos climáticos. Sin embargo, llama la atención que muchas de esas entidades recurren a estas compensaciones en lugar de reducir sus propias emisiones—cuando lo primero debería de ser complementario a lo segundo.
Además, se esperaría que una organización que toma en serio sus compromisos climáticos alineara sus decisiones de negocio a éstos. Lamentablemente, esto no es práctica común en muchos sectores, y tampoco en el deporte.
Lo que nos lleva de regreso a la FIFA y a la CM 2022. Qatar publicó recientemente el inventario de carbono—base de datos detallando las emisiones de gases de efecto invernadero del evento—y fue criticado por activistas por omitir emisiones. Al momento, las emisiones totales estimadas del evento (incluyendo la fase de preparación, como construcción de los estadios, y la posterior al evento), según el sitio web del anfitrión, serán de 3.63 millones de toneladas de unidades equivalentes de CO2. De éstas, los viajes aéreos internacionales son responsables del 52%.
¿Cómo se organizará entonces un Mundial net-zero? Con compensaciones de carbono, por supuesto. Qatar llegó a un acuerdo para la entrega de 1.8 millones de toneladas de créditos de carbono. En caso de que se haga uso de éstos, el evento estaría reduciendo sólo 1.76 millones de toneladas de emisiones, y compensando, o pagando, por las 1.8 millones de toneladas restantes.
Siendo justos, como ya mencionamos, más de la mitad de las emisiones provendrían del transporte aéreo —un sector difícil de descarbonizar.
Recordemos que en 2016, la FIFA anunció que aumentaría los partidos de 64 a 80 a partir del Mundial de 2026. Al final, por supuesto, la decisión fue financiera, ya que ésta traería un aumento de mil millones de dólares en ganancias sobre las que se habían proyectado en su momento para el Mundial en Rusia. Además, la CM de 2026 será organizada por los tres países de América del Norte y un territorio más extenso requerirá necesariamente de más viajes. La fase de preparación tendrá probablemente una menor huella medioambiental, ya que la mayoría de las ciudades anfitrionas, si no todas, tienen ya una sede apropiada para un Mundial. Sin embargo, la ausencia de tener que construir estadios en la CM 2026 difícilmente compensaría por las emisiones extras derivadas de 16 partidos más y las mayores distancias recorridas entre sedes. En resumen, neutralizar la huella de carbono de este evento será complejo, y más aún sin un uso considerable de compensaciones.
Por otro lado, la FIFA se comprometió recientemente a alcanzar las cero emisiones netas de su organización para 2040, y es admirable que organizaciones deportivas se tomen en serio la crisis climática. Sin embargo, siguen haciendo falta compromisos respaldados por estrategias reales e integrales y, más aún, que todas las decisiones de negocio que se tomen sean coherentes con éstos.
El tiempo y la investigación ayudarán a revelar la calidad de los créditos de carbono comprados para compensar las emisiones de la CM de Qatar. Su validez contribuirá en gran medida a garantizar que el Mundial sea realmente net-zero, pero es algo que tener en cuenta en el futuro cuando oigamos dicha frase. Como dice el viejo axioma: el diablo está en los detalles.
POR TANIA MIRANDA
DIRECTORA DE POLÍTICA AMBIENTAL Y CAMBIO CLIMÁTICO
INSTITUTO DE LAS AMÉRICAS
@TANIAMIR_
PAL