La relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita no volverá a ser la misma, cualquiera que sea el inquilino de la Casa Blanca. La semana pasada, el reino wahabí dio un revés al presidente Joe Biden al alinearse con Rusia para reducir la producción de petróleo en dos millones de barriles por día a partir de noviembre.
Esta decisión podría disparar los precios y, por tanto, llenar las arcas de Rusia. Riad parece coordinarse con Vladimir Putin, y ahora apuesta con la política petrolera antes de las elecciones legislativas intermedias en Estados Unidos.
El presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el senador Robert Menendez, demócrata, acusó a los saudíes de elegir al “criminal de guerra” Putin en lugar de Estados Unidos.
Menendez afirmó que propondría detener "cualquier cooperación con Riad hasta que el reino reevalúe su posición con respecto a la guerra en Ucrania". El senador Bernie Sanders pidió congelar el apoyo militar estadounidense a los saudíes y "poner fin a su cártel petrolero que fija los precios".
El senador demócrata Richard Blumenthal, junto con el representante Ro Khanna, anunciaron un proyecto de ley para "detener de inmediato todas las ventas de armas de Emiratos a Arabia Saudita". El representante Tom Malinowski, junto con otros en la Cámara, presentó una legislación para retirar las tropas estadounidenses de Arabia Saudita.
Si el momento actual constituye un punto de inflexión en las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudita, depende en gran medida del alcance y la contundencia de la respuesta del presidente estadounidense, Joe Biden. Al no compartir frontera, quizá Washington sí concrete su advertencia de "reevaluar" críticamente las relaciones con Riad.
Algunos mostrarán la "cooperación de inteligencia vital" como una razón para no exagerar con la reacción. Otros repetirán el análisis geopolítico sobre la importancia de los saudíes en la estrategia regional de Estados Unidos y la posible conexión entre Arabia Saudita e Israel.
Tal vez algo de esto sea correcto, pero se trasluce una realidad más simple en el fondo: estos gobiernos no son aliados de Estados Unidos. El núcleo y los contornos de la relación bilateral los redefinen los liderazgos, en este caso el príncipe heredero y los que comparten su proyecto.
La larga relación estratégica entre los dos países se basa en un principio simple: Arabia Saudita suministra petróleo al mercado y, a cambio, Estados Unidos garantiza su seguridad, en particular con ventas masivas de armamento.
La monarquía con Mohammad Ben Salman busca terminar con esa fórmula tanto como reformular el nacionalismo en su país. Es probable que la Casa Blanca se permita responder con dureza. Después de todo, Estados Unidos no comparte frontera con Arabia Saudita.
POR MARTA TAWIL
INVESTIGADORA DE EL COLMEX
MBL