Malos modos

El cuento de la criada

Pues sí, últimamente hay decepciones fuertes para los aficionados a las series, como habrán descubierto quienes han intentado atravesar la maraña

El cuento de la criada
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Pues sí, últimamente hay decepciones fuertes para los aficionados a las series, como habrán descubierto quienes han intentado atravesar la maraña de diálogos pretenciosos de Los anillos del poder, pre-precuela de El señor de los anillos que es una especie de maratón de Avatar, o sea, una pesadilla que no merece ni el peor de los criminales y sobre todo que no se merece Tolkien, o las intrigas palaciegas contadas a un kilómetro por hora en La casa del dragón, la somnífera precuela de Game of Thrones.

Pero el doctor Patán vino a este mundo para llenar sus vidas de motivos para vivir. De buenas noticias, pues. La buena noticia, aquí, es que la quinta y al parecer penúltima temporada de El cuento de la criada, o The Handmaid’s Tale, apunta en sus primeros capítulos a no bajar ni un poco el nivel de las cuatro anteriores, y ese nivel es de veras muy alto.

El origen de la serie, conocidamente, es una novela de Margaret Atwood sobre un futuro presumiblemente cercano en el tiempo, y sobre todo en el espíritu, en el que el gobierno de los Estados Unidos ha caído en manos de una secta de fundamentalistas cristianos, algo así como unos talibanes de la cruz, que reducen a las mujeres a la condición de esclavas, y específicamente de esclavas reproductivas o –en realidad– sexuales, en un mundo en el que la fertilidad se ha reducido dramáticamente.

La serie lo que tiene es lo que deben tener todas las adaptaciones de buenas piezas literarias: es lo bastante irrespetuosa con el original como para resultar paradójicamente fiel al mismo. Hecha de diálogos contenidos y terriblemente precisos en su odio y su espíritu rebelde, filmada con una estética elegante y opresiva, amasada con un no sé qué de sexualidad reprimida, como un destilado del Antiguo Testamento, valdría la pena solamente por el duelo de actuaciones contenidas y terroríficas que sostienen Elisabeth Moss, a la que recordarán por Mad Men, que hace de su personaje un concentrado de resistencia y espíritu de venganza, y la no menos notable Yvonne Strahovski, como su enemiga, una fanática religiosa con capacidades nivel la Florencia del Renacimiento para la manipulación y la intriga.

Publicada en 1985 y seguida, en 2019, por una secuela, Los testamentos, la novela, que habla sobre la maternidad sin rastros de idealismo ni de satanización, de la masculinidad en sus peores aunque –ojo con esto– también en sus mejores facetas, del totalitarismo, de la religiosidad extrema y de la violencia machista, es, en efecto, y con ella la serie, de una perturbadora actualidad, entre el viraje ultraconservador de medio Estados Unidos y la rebelión conmovedora, valiente, ejemplar, de las mujeres iraníes. De México, con su récord de feminicidios, mejor ni hablamos. En serio, no se la pierdan.

POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09

MAAZ

 

Temas