Desde Afganistán hasta Cuba, los estragos de la crisis climática no dejan de hacerse presentes. La exacerbada severidad de los fenómenos meteorológicos ha puesto en evidencia la falta de preparación que el ser humano tiene ante el resultado de sus propias acciones. Aunado a esto, los efectos no se sienten de la misma manera en todo el mundo, aumentando la lista de problemáticas que el cambio climático conlleva.
La afectación desproporcionada del impacto de las catástrofes naturales en las poblaciones del Sur Global se relaciona directamente con la actividad económica de los países del Norte Global, quienes lideran 92% de emisiones nocivas para el planeta Tierra, resultado del modelo de crecimiento que funciona gracias a la explotación de los recursos del Sur Global, la excesiva generación de desperdicios y la dependencia a los combustibles fósiles.
El desplazamiento forzado, la inseguridad alimentaria, el aumento de la pobreza y la pérdida de vidas humanas son algunos de los efectos a largo plazo de los eventos climáticos que, en unas horas, redefinen la trayectoria de ciudades enteras.
Por su parte, el creciente aumento de las contribuciones ambientales negativas que los países en vías de desarrollo comienzan a adoptar, hace que el pronóstico se vuelva aún más desolador.
Tal como lo anuncian los científicos climáticos alrededor del mundo, el tiempo para poder ralentizar el declive de la salud del planeta es cada vez menor, y con menos probabilidades de éxito. A pesar de la urgencia con lo que lo expresan, a través de protestas alrededor del mundo, la educación ambiental y la empatía por el futuro aún son vistas como actitudes que sólo les corresponden a unos cuantos; especialmente, porque los efectos del cambio climático no son percibidos como una amenaza cercana, sino como algo que se vive lejos de las grandes metrópolis del mundo, aunque esta noción no sea del todo cierta.
La responsabilidad sobre el destino del planeta se concentra principalmente en estas grandes ciudades, donde las personas con importantes posiciones de poder toman las decisiones. Donde se hacen compromisos sobre el papel, para ignorarlos en la práctica, a favor del dinero y la comodidad de un grupo extremadamente limitado.
La enfermedad del planeta es, entonces, mucho más que las acciones directas sobre sus recursos: la enfermedad del planeta es la indiferencia con la que vemos los días pasar, hirviendo en una olla sobre una flama que aumenta lentamente, hacia un resultado irreparable. Por ello, el compromiso civil es indispensable, pues exigir que se asegure un planeta sano es exigir lo que nos corresponde de manera inherente: el derecho a una vida digna.
POR XIMENA MEJÍA GONZÁLEZ
Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Anáhuac México.
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