Esta semana salió a la luz un video en el que supuestamente el líder del Cartel Jalisco Nueva Generación amenaza abiertamente a medios de comunicación y particularmente a la periodista Azucena Uresti, por su quehacer periodístico relacionado al conflicto armado de fuerzas del crimen organizado al interior de Michoacán.
La realidad es que practicar el periodismo en México se tornó en una actividad de alto riesgo. De acuerdo con la Secretaría de Gobernación, hasta julio pasado cuarenta y tres periodistas habían sido asesinados en lo que va de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, incluyendo a periodistas beneficiadas por los mecanismos de protección otorgados por el propio gobierno.
Si bien la violencia en contra de estos profesionistas es una triste realidad, no se trata de un fenómeno reciente y en la actualidad no sólo reciben violencia por parte del crimen organizado sino que, desafortunadamente, su labor se ha visto empañada por los ataques sistemáticos del presidente desde las conferencias de prensa matutinas hacia medios de comunicación y personajes que critican las acciones del gobierno y cuestionan su inoperancia.
Es así como el periodismo en México está en la mira desde dos flancos, donde la violencia y el desconocimiento de los derechos humanos se propician diariamente. Ejemplos de esta violencia sobra, sin embargo, destaca el desinterés que las instituciones de la presente administración muestran empezando desde la presidencia. Diariamente vemos como persisten las dinámicas de estigmatización hacia este grupo vulnerable.
La censura, la violación de derechos humanos, así como el abandono de las instituciones que fomentan contrapesos son factores que prevalecen. De igual forma, la generación de información se convirtió en un asunto político y ello generó a su vez un interés por controlar la prensa a partir del uso de la violencia.
Esta propia estigmatización “oficial” de la prensa no sólo fomenta su vulnerabilidad, toda crítica desde posiciones de poder se traduce en una serie de amenazas y ataques que como vemos hoy llegan a ser implementadas por los grupos criminales más peligrosos ya no sólo de México sino del mundo.
Otro factor clave que desafortunadamente influye en la prevalencia de este fenómeno focalizado en contra del periodismo es la impunidad, la cual prevalece en los órganos de gobierno y en el sistema de procuración de justicia que se ven cada vez más rebasados por los alcances del crimen organizado.
Penosamente estas intimidaciones que imperan han generado silencio, miedo, censura y una dolorosa renuncia a la libertad de expresión, a partir de la pérdida de decenas de personas que visibilizan la profunda crisis de seguridad que existe en México. Este fenómeno tan doloroso, amenaza no sólo a periodistas sino a todos nosotros como sociedad.
El contar con acceso a la información es fundamental para tener poblaciones enteradas críticas y congruentes, sensibles ante las carencias y abusos de los menos. Por más grandes que sean las diferencias políticas o ideológicas la unidad en este asunto es fundamental si deseamos aspirar a una tan deseada paz social.
POR AZUL ETCHEVERRY
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MAAZ