Columna Invitada

Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

Los padres escalan la situación al director de la escuela, quien toma partido y traslada el asunto a un consejo educativo estatal, el cual, en medio de protestas de padres de familia en contra de la maestra y la posición de que la suma de 2+2=22 es incorrecta, determina cesarla

Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
Juan Luis González Alcántara / Columnista invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

La labor educativa y la enseñanza, a cualquier nivel, la he considerado siempre noble, pues quienes se dedican a ella, en la mayoría de los casos con un salario indigno, tienen la responsabilidad de modelar, guiar, formar y encaminar las mentes de los educandos. Pero en los últimos años, poco a poco, se ha dificultado más su labor.

Imaginemos un caso donde un niño, no mayor de siete años, reclama a su maestra una calificación reprobatoria en un examen de matemáticas; ella le indica que su principal error radica en que la respuesta correcta a la suma 2+2 es 4 y no, como respondió el menor, 22. El pequeño sale molesto del salón de clases.

Al día siguiente, los padres del menor, indignados por el trato a su hijo, le reclaman a la maestra la calificación, sosteniendo que resaltar el error de la suma 2+2=22 inhibirá su desarrollo y lo marcará como estudiante, manteniendo que quién es ella para sustentar que tal operación sólo debe tener una respuesta única; la maestra soporta su postura y le explica que 2+2 es y será 4, no 22.

Los padres escalan la situación al director de la escuela, quien toma partido y traslada el asunto a un consejo educativo estatal, el cual, en medio de protestas de padres de familia en contra de la maestra y la posición de que la suma de 2+2=22 es incorrecta, determina cesarla.

Los medios sostienen que la respuesta a la suma 2+2=22 no sólo es una cuestión matemática, sino un asunto de libertad de expresión, pues se le está privando al menor de tener otra opinión.

Este relato es la trama central del cortometraje “Matemáticas Alternativas”, que refleja, de manera irónica, la relación actual del sistema educativo y los padres, quienes, en aras de proteger a sus hijos, son capaces de romper reglas matemáticas e, incluso, erradicar las calificaciones reprobatorias de los exámenes.

Este fenómeno, conocido como “hiperpaternidad”, cuyo desarrollo conceptual ha sido abordado en gran medida por Eva Millet, refiere que, en miles de hogares, los niños se han convertido en el centro de la familia, en el sol alrededor del cual orbitan los progenitores, dispuestos a ejercer con las mejores de las intenciones de hiperpadres; madres y padres cuya misión es darles lo máximo posible a sus hijos, cueste lo que cueste: mejores colegios, clases extraescolares, experiencias, gadgets, juguetes, viajes, espectáculos, actividades lúdicas; el objetivo es prepararlos a un futuro, que posiblemente será brillante.

Si bien la “hiperpaternidad” en las escuelas puede ser positivo para mantener la calidad de los maestros, el problema surge cuando los padres se involucran en forma excesiva, transformando un compromiso en intromisión.

Es importantes que sean partícipes de la educación de sus hijos, pero deben de abstener de pretender cambiar, por percepciones unilaterales y subjetivas, las calificaciones de sus hijos, quienes a la postre serán los mayormente.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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