COLUMNA INVITADA

¡La casa de la abuela!

Sólo esta clase de desechos expone a la población y al medio ambiente a materiales como mercurio, plomo, cadmio, cromo y arsénico, sumamente perjudiciales para la salud y para nuestro ecosistema

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columnista invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

La casa de la abuela es para sus nietos un museo. Algunos de ellos, millennials, en términos más posmodernos la califican de vintage. Con sorpresa admiran el ajuar. Es un caleidoscopio de cosas del pasado. Una ventana hacia la añoranza. Entre esa multitud de objetos, hay un refrigerador de la década de los 50, intacto, entero y en perfecto funcionamiento. La estufa es más vetusta, pero igual de funcional. Casi todos los instrumentos de la cocina oscilan en la misma antigüedad. Cuchillos, vasijas y sartenes que se han utilizado por generaciones. La sala es tenuemente ambientada por la música de un radio, sin omitir el viejo piano de cola. 

Los nietos, siempre maravillados, bromean al decir que, de seguro, hasta los focos podrían ser del mismo lote de aquella bombilla que tiene más de 100 años iluminando un parque de bomberos en Livermore, California. Su admiración también denota una nostalgia y preocupación. Siempre le dicen a la abuela, que sus cosas no durarán tanto como las de ella. Que es imposible. Que son tiempos pasados que jamás regresarían. 

Esa preocupación no es cosa menor. En la actualidad muchos de los objetos que compramos tienen una duración fugaz. Muchos están hechos para ser desechados. Es lo que se denomina “obsolescencia programada”.

Esto, más allá de la nostalgia, es relevante para el medio ambiente. No sólo por el uso constante y a gran escala de recursos naturales, sino por el crecimiento exponencial de residuos nocivos. Sólo en lo que concierne a los desechos electrónicos, de acuerdo con el Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, se generan casi 50 millones de toneladas al año, y la gran mayoría no pasan por un método de reciclaje adecuado. Sólo esta clase de desechos expone a la población y al medio ambiente a materiales como mercurio, plomo, cadmio, cromo y arsénico, sumamente perjudiciales para la salud y para nuestro ecosistema. 

El tema es una constante en varios parlamentos. Por ejemplo, en Francia, la Asamblea Nacional aprobó el 14 de octubre de 2014, dentro del contexto de la Ley de Transición Energética, la implementación de diversas medidas contra el despilfarro, la reducción de residuos, la obsolescencia programada y el desarrollo de la economía circular. 

En EU, grupos de defensa de derechos digitales impulsan un proyecto de “Ley de Reparación Justa”, en donde se busca que los consumidores tengan la decisión final de reparar o desechar los objetos que compren. En México existen proyectos que buscan adecuar la Ley Federal de Protección al Consumidor para introducir mecanismos que permitan combatir la muerte programada de los productos.

En años venideros, estoy seguro de que, en las legislaturas, se discutirá cada día más sobre el papel que tiene la reutilización en los derechos de los consumidores, el derecho a reparar, pero también su impacto en el medio ambiente y la salud. Mientras tanto, sólo queda esperar que algún día, nuestra relación con los objetos y su reutilización nos permita ver más casas como la de la abuela. 

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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