Una nueva época ha llegado; nuevas tecnologías revolucionan la actividad económica mundial y se esperan reacomodos industriales, laborales y de otros tipos que habrán de generar un realineamiento de precios relativos de bienes y servicios “comerciales y no comerciables” que, como todo, beneficiarán a algunos y perjudicarán a otros.
La industria automotriz es un ejemplo. Empiezan a concentrarse cambios tecnológicos reflejados en una alta aplicación de procesos cibernéticos, y se anuncia que en pocos años se dará el desfase de los vehículos de combustión interna para pasar a los propulsados por pulsos eléctricos.
Eso representa cambios bruscos en la estructura productiva de la industria, al dejar atrás la proveeduría de partes y componentes mecánicos producidos por miles de fábricas alrededor del mundo, que generan millones de empleos que para bien o para mal habrán de desaparecer.
Cierto. Surgirán otras empresas fabricantes de los nuevos insumos requeridos, concebidos como módulos altamente sofisticados en términos tecnológicos y producidos por robots, pero que difícilmente absorberán la fuerza laboral desplazada de las armadoras tradicionales de autos.
Te podría interesar
Muchas de las productoras y armadoras de autos tradicionales y su “know how” han sido abruptamente rebasadas por empresas tecnológicas vinculadas al desarrollo de automóviles eléctricos como Tesla Inc., que ya en 2020 vendió cerca de 500 000 autos; o empresas cibernéticas como Apple Inc. ó Xiaomi de China, que exploran ya las posibilidades de producción y venta de automóviles eléctricos autodirigidos y vehículos aéreos que hace solo medio siglo eran sueños de ciencia ficción.
La industria automotriz es sólo un ejemplo. El cambio tecnológico se presenta ya en todas las ramas de la actividad económica y amenaza barrer con muchos empleos en aras de una mayor productividad. Pero se espera también que los cambios lleven al desplazamiento de una gran cantidad de personas ahora en trabajos “tradicionales”, que deberán adaptarse a las nuevas circunstancias o serán marginadas de la economía productiva.
La nueva industria también creará una gran cantidad de nichos laborales para quienes tengan la capacidad de incorporarse a procesos productivos que exigen una alta capacitación tecnológica.
Pero otra vez, la gran pregunta es: ¿y todos los demás que van a hacer? ¿Rebelarse contra la tecnología al estilo de los trabajadores ingleses -los “luditas”- que a principios del siglo XIX trataron de detener el desarrollo de los telares industriales?
Sin duda los países desarrollados sufrirán ante estos sucesos, pero el impacto será mayor en los países en desarrollo, pues en general cuentan con mayores volúmenes de población y deficientes niveles educacionales, lo que difícilmente les permitirá incorporarse a la nueva ola laboral cibernetizada.
Es probable que venga un realineamiento de fondo de precios relativos donde, probablemente, los servicios personales insustituibles por la robotmanía internetiana habrán de ser revalorados por la sociedad.
POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA
ANALISTA ECONÓMICO
ORBE@ELHERALDODEMEXICO.COM
MAAZ