Miguel de la Madrid Hurtado fue presidente de México de 1982 a 1988.
En ese momento por primera vez en la historia, la radio y la televisión mexicana se atiborraron de propaganda en favor del candidato oficial. Tres o cuatro promesas repetidas hasta el cansancio: eliminar la corrupción, construir una sociedad más igualitaria y avanzar en el proceso de democratización.
¿En dónde he escuchado eso que me resulta tan familiar?
La transformación como se le denominó a la renovación moral fue el eje de su campaña. Según Jesús Ceberio en un gran reportaje publicado, en ocho meses y medio emitió 1,300 discursos. Explica que la diferencia del PRI con los otros seis partidos iba a ser tan abultada como el partido Hungria vs El Salvador en el mundial de fútbol de aquellos años: 10-1. Al final ganó 71% contra 15.6% de su contrincante Pablo Emilio Madero del PAN.
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El surgimiento del llamado neoliberalismo fue precisamente con De la Madrid, mediante un desplazamiento de los políticos -buenos y malos- con una visión de la economía que proponía el abandono de la ineficacia y la corrupción, para una redistribución efectiva. Paloma Cordero, una mujer profundamente religiosa fue quién le consiguió la presidencia. Así de simple y sencillo. Le exigió nombrar a Alicia López Portillo (hermana de José López Portillo) como secretaria privada, y por otro lado a la mamá, y en familia decidieron entregársela. La consecuencia de esa decisión fue la desintegración de la organización que tenía el PRI, que provocó desconfianza, por cierto antes de ese momento no se compraba el voto, las designaciones eran a través de un proceso cerrado, muy criticado, sin embargo había lógica y visión.
Actualmente Andrés Manuel López Obrador parece ser una copia fiel de Miguel De la Madrid, desde un ejercicio de la política totalmente distinto, principalmente por la centralización del poder burocrático (en un claro indicio de tiranía), y el abandono del aspecto electoral que ha dejado a voluntad de personas novatas y familiares, absolutamente abstraídos de la realidad.
Su esposa, inserta de lleno en la religión y en las decisiones políticas, sus hijos en los negocios y en la "política", los candidatos "burócratas" del poder, o sea, sin trayectoria política, sin arraigo, sin ningún conocimiento de la realidad.
Cualquier candidato a diputado de la CDMX, que alguna vez fue considerada la punta de lanza del progresismo del país, de todos no hacemos uno sólo. En síntesis, la desintegración del Estado en lo interno y en lo externo. De la Madrid destruyó el sistema político, López Obrador ahora está haciendo lo mismo, paradójicamente en polos opuestos, neoliberalismo vs absolutismo populista.
Como consecuencia de la ceguera de los gobiernos de Miguel De la Madrid y de Andrés Manuel López Obrador, reorganizar el Estado costará a los mexicanos muchísimo trabajo.
Y no es pregunta.
POR MARTHA GUTIÉRREZ
ANALISTA EN COMUNICACIÓN POLÍTICA
@MARTHAGTZ
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