En este país, ser artista conlleva un alto riesgo económico además de otros más que van saliendo en el camino. Para empezar, cuando se nace en una familia sin sensibilidad cultural, el aspirante a artista deberá sortear las piedras que sus padres le vayan aventando en el camino por el miedo a que uno se vuelva pobre, comunista, adicto, ateo, hippie o algo peor. La realidad es que esos padres tienen razón a su manera, porque ellos son el tipo de persona que no le pagaría a un ilustrador, en parte porque existe la predisposición general de un país que no ha sido educado para consumir, pagar o preservar su cultura. Esto resulta irónico en el caso mexicano, porque la cantidad y el nivel de los productos de arte generados aquí, es inconmensurable.
De hecho, cuando queremos apantallar al mundo le restregamos en la cara la poesía del rey Nezahuálcoyotl o ‘La Suave Patria’ de López Velarde, las pinturas de los muralistas, las composiciones de Revueltas y Moncayo o la arquitectura de Ciudad Universitaria. Nunca he sabido de un presidente mexicano que presuma en el extranjero la ‘Suavicrema’, algún discurso de Echeverría o las frases ingeniosas de un funcionario como Marx Arriaga. ¿Por qué? La razón es que somos así de grandes como país, gracias al arte y a la cultura, y ese generoso halo que irradia luz propia cobija a todo ciudadano mexicano, políticos incluidos. Es decir, todos tenemos derecho a ese mundo porque nos pertenece por herencia. Hemos pagado por él con sangre y con impuestos. Sin embargo, a veces los artistas reciben como única retribución un reconocimiento, que es bienvenido en ciertos casos. Pero cuando desde el gobierno, voces infames como la de Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la SEP, se alzan ingeniosas para proferir consignas en contra del justo pago por el valor del trabajo, es que estamos errando el camino. Cuando confunden una ocurrencia con una idea o una frase “matona” con un discurso inteligente, es que estamos hablando de chaquetas puras, pero jamás de ideas.
La chaqueta que provocó el orgasmo que tuvo Marx esta semana, fue generada por su respuesta a los memes de los dibujantes inconformes con la convocatoria para ilustrar gratis y de prisa los libros de la SEP. Es decir, que no tendrán la posibilidad de trabajar para pagar su pan y su techo, ni las revisiones médicas de cajón y las de emergencia, o tal vez, las deudas adquiridas en navidad por los pintores que donaron su obra al 100% para algunas subastas de caridad.
Su media sonrisa de éxtasis lo delata: Marx siente rico si se percibe poderoso. Él cree que el amor al arte es algo así como tener un póster porno junto a la cama para frotarse en las noches de insomnio. Él, que se va a dormir con un sueldo de 90 mil pesos al mes, imagina en su perverso mundo onírico que el modelo que aparece en su póster merece ser ultrajado, y ante el reclamo, únicamente esbozar una media sonrisa de satisfacción y algunas frases “brillantes”.
Y es que alguien que se dirige a las “mujeres” como seres que merecen padecer maltrato y misoginia por no leer o no acudir a la biblioteca, es una persona que ve el amor como una posibilidad de violación. Espero de corazón, que su actitud no provenga de una infancia violenta y tenga la sensibilidad de reordenar sus pensamientos. El poder es para hacer cosas grandes, no para sobredimensionar tus extensiones. ¿Qué te hicieron Marx, por qué te vengas con las flores más hermosas del jardín que te han encomendado? Espero que un día cercano puedas sentir empatía por los creadores y su labor, porque lo que demuestras hoy es para avergonzar a tu país, a tus hijos, a tu abuelita y a tu mamá también.
POR JULÉN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG
avh