Por un lado, el anuncio de que las remesas enviadas por migrantes mexicanos, que en 95 por ciento provienen de los Estados Unidos, llegaron a 40,600 millones de dólares en 2020 y posiblemente aumenten de nuevo en 2021.
Por otro, que de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía mexicana podría crecer este año hasta en cinco por ciento, algo sin precedentes en los últimos 20 años, gracias en gran medida a su vínculo con la economía estadounidense.
No es que ambos hechos sean negativos, ni mucho menos: al contrario, son de alegrar. Pero...
Las remesas son casi con total certidumbre el mejor programa de ayuda social en el país y, según estudios de la década pasada, benefician especialmente a 25 por ciento de los hogares de menores ingresos del país.
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El crecimiento económico es también una buena noticia. Es ciertamente un rebote respecto al desplome de 2019 y 2020, pero igual positivo para el país, toda vez que será un cambio de tendencia aunque no llegue a ser todavía una recuperación completa.
Lo malo, sin embargo, es que las remesas con lo positivas que son, reflejan una desagradable realidad: se debe a millones de héroes anónimos que salieron del país en busca de mejores oportunidades de vida o mejores sueldos. No es una situación que haya cambiado los últimos 70 años y tal como van las cosas no van a cambiar pronto.
El crecimiento económico se deberá mayormente como resultado de la mejoría de la situación estadounidense y el incremento de sus demandas de consumo. Y aunque ciertamente no es pecado y sí una ventaja de la cercanía geográfica y la integración económica, no es resultado de políticas acertadas por la parte mexicana.
Cierto. No es defecto único de este gobierno sino que al igual que las remesas, reflejo de una realidad de largo tiempo.
Pero al mismo tiempo, no se trata de algo para presumir. Tan positivo como es para una buena parte del país, nos coloca frente a una realidad brutal. Sino por otra razón, porque subraya la dependencia mexicana de los EEUU y las pocas opciones que han dejado las políticas económicas de los gobiernos anteriores y las del gobierno actual, cualesquiera que sean.
Y para acabar de complicar las cosas, el gobierno en ejercicio se enorgullece del aumento de remesas como si fuera obra suya y del crecimiento económico por rebote como si fuera triunfo de su esfuerzo.
La realidad es que ya hace décadas que los gobiernos de México han buscado soluciones para aminorar la dependencia de la economía de Estados Unidos, pero todos los esfuerzos han resultado vanos: ni el comercio ni la inversión de Japón o la Unión Europea, han reducido ese vínculo y se deben más a la cercanía y las ventajas comerciales de México que a sus virtudes intrínsecas.
Y es dudoso que un mayor acercamiento con potencias alternas, como China o Rusia, lo haga.
Sí, las dos noticias son para alegrarse, pero no para enorgullecerse y mucho menos para presumir.
Por JOSÉ CARREÑO FIGUERAS.
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
dza