COLUMNA INVITADA

Golpe bajo

El deterioro de una democracia ocurre paulatinamente y por medio de medidas legales

OPINIÓN

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Lila Abed/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Las elecciones del 6 de junio pondrán a prueba al sistema democrático de México. Arrancaron las campañas este domingo en plena pandemia, ante un escenario político sumamente polarizado y dividido. El ciclo electoral de este año será el más grande en la historia, se renovarán más de 20 mil cargos públicos, 15 gubernaturas, el Congreso federal y al menos 30 congresos locales. Pero hay algo más importante que estará en juego: el avance o retroceso de la democracia de nuestro país.

En las urnas se establecerá el futuro de México. Si bien es cierto que la celebración de elecciones libres y transparentes son necesarias en una democracia, no son suficientes para mantenerla. Los golpes de Estado hoy en día no se realizan con tanques en las calles, ocurren por la vía electoral. Los ciudadanos se van por la finta que viven en una democracia por que pueden ejercer su voto y elegir a sus gobernantes.

El problema es que el deterioro de una democracia ocurre paulatinamente y por medio de medidas legales, lo cual hace difícil detectar las señales de que el sistema esta en peligro. Debido a que no hay un momento culminante que exhibe la tendencia antidemocrática de un líder o de un movimiento, más bien es una serie de medidas impuestas a través del tiempo, la sociedad se mantiene tranquila. El golpe democrático pasa desapercibido.

Un autócrata se aprovecha de esta situación, estratégicamente mantiene ciertas normas democráticas para que no se note el declive del sistema: la Constitución sigue vigente, los medios de comunicación son libres de opinar, los partidos políticos opositores son bienvenidos, se realizan elecciones y las instituciones aparentemente funcionan. Huele, sabe y se siente a una democracia.

Y esto lo logran porque venden propuestas antidemocráticas como acciones que mejorarán la democracia. Aprueban iniciativas y reformas con el apoyo del Congreso, bajo el pretexto de que están combatiendo la corrupción para debilitar a las instituciones y concentrar el poder en el ejecutivo. Los medios de comunicación pueden criticar, pero son blancos de la intimidación y son presionados a la autocensura. El gobierno en el poder no percibe a sus opositores políticos- que puede incluir al sector privado- como adversarios legítimos, si no como enemigos ilegítimos. Las elecciones se dicen libres, pero los organismos electorales son atacados por reflejar la corrupción de sus antecesores.

En México, se suma un nivel de complejidad al creciente deterioro democrático: la oposición tampoco representa una alternativa para muchos ciudadanos. Son más de lo mismo, un mero recuerdo de las deficiencias del pasado, sin ideologías políticas definidas y con alianzas electorales de conveniencia que reafirman su impopularidad e incapacidad de ganar. Solo saben que quieren derrotar al partido en el poder, pero no proponen soluciones concretas a los problemas que enfrenta el país. En palabras del filósofo Jan-Werner Müller, “el populismo necesita enemigos, la democracia requiere oposición”.

Con un líder todo poderoso en Palacio Nacional que encabeza un movimiento hegemónico y con una oposición débil, la contienda se convierte en miles de elecciones individuales. Importan más los perfiles de los candidatos, que los partidos. Está en nuestras manos.

POR LILA ABED
POLITÓLOGA E INTERNACIONALISTA
@LILAABED

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