COLUMNA INVITADA

Zapata, efectos de su larga ausencia

A un mes de la trágica muerte de Leonel Luna Estrada, su accidente sigue sin aclararse

OPINIÓN

·
Francisco Acuña Llamas / Analista y catedrático de la UNAM / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Un 10 de abril, pero, de 1919 fue interrumpida la vida de un gran líder de su época y de la nuestra. Un siglo de por medio no logra diluir la esencia de su personalidad; al contrario, ha dado inclusive para edificar polémicas al tenor de su imagen llevada al terreno del arte y defendida como icono masculino y reclamada como un trofeo estético, en medio de la ira tradicionalista y las perplejidades.

La muerte de un prócer propicia el reconocimiento de un legado: uno que se estima valioso para la vida de una nación. Zapata es el caso extraordinario de un líder social inagotable y no solo por lo que hizo en su corta vida, Zapata es símbolo y signo de un movimiento que reclama una agenda permanente. Zapata es temperamento y mística ciudadana, por ello su estampa cual bandera, es elástica en el tiempo. De cada personaje ilustre se puede y se debe decir algo cuando se conmemora el aniversario de su obra cumbre y -según su trascendencia- cuando se rememora su nacimiento o defunción. En el caso de Zapata, su muerte se atora más en la garganta porque fue asesinado y a los 39 años).

Es probable que a 102 años de la muerte de Zapata su mayor legado sea todo lo que de él se ha interpretado como digno de herencia popular y hasta su ausencia de alguna manera es legado. Porque es acicate encima de lo que se forjó después de la revolución: un régimen político que no ha dejado de tolerar contradicciones en perjuicio de la sociedad entera y en especial de los campesinos que fueron abandonando sus parcelas aún las ejidales para irse al país vecino a cultivar la tierra de los terratenientes de allá, por ello Zapata es un amuleto que portan en la mente los migrantes que abandonaron la tierra porque la libertad no bastaba para luchar en contra de otras tantas injusticias x estructúrales.  

Cuando en el país se discute el futuro de la democracia, otro elemento que dignifica a Zapata es la que quedó grabada su vocación democrática, en esa imagen en la que junto con Doroteo Arango (el General Francisco Villa, arribó a Palacio Nacional y al llegar a la silla presidencial, Zapata se negó a sentarse en la silla que dijo: sólo pueden ocupar los presidentes luego de su elección.  

Esa célebre escena evidencia a un Francisco Villa extasiado con el sitial del poder, sentado ilegítimamente en un trono ajeno. Zapata mira de frente desde una silla normal sentado como un ciudadano al que no embriaga la idea de sentirse presidente por un minuto y eso revela que Zapata no se alzó en armas para complacer al poder presidencial sino para asegurar que quien hubiera alcanzado ese mandato por la vía de las urnas lo ocupara para servir al pueblo.  

El legado de Zapata es también un posicionamiento racional frente al poder ejecutivo que pudiera distorsionarse por la fiebre del autoritarismo por eso asumió el combate al régimen del usurpador Victoriano Huerta tras haber depuesto a Madero para asesinarlo cobardemente. Porque Madero también era un personaje admirable el prototipo de la legalidad aplastada (“un cisne degollado”). Zapata también puede invocarse como antídoto al poder absoluto de cualquiera de los poderes públicos.
El legado de Zapata no fue -únicamente- exigir la eliminación de los latifundios por la vía del derecho y que esa determinación se tradujera en el reparto agrario base de la causa posrevolucionaria. “La tierra es de quien la trabaja”.

Tampoco su aportación histórica puede ser en exclusivo su sabiduría justiciera: “Tierra y libertad”. Emiliano Zapata es la seña de identidad de una nación de pobres, porque, aunque Zapata no fuera muy pobre, fue luchador social en favor de los desposeídos y a la vez un mártir por la arrogancia del poder encarnado en Venustiano Carranza y esa trama en la memoria del pueblo encaja en el corazón consigue una referencia entrañable.  

En su 102 aniversario evento en Cuautla organizado por la Fundación que lleva su nombre, su bisnieto Edgar Castro Zapata dijo que su legado debe ser la reconciliación nacional, la superación de la discordia y el rencor que tanto han dañado al México de todos los tiempos. Sabia lectura de un joven que cruza la edad del General cuando murió y que se le parece. ¡Zapata Vive! Pero no en la retórica posrevolucionaria sino en la convicción democrática. 

POR FRANCISCO JAVIER ACUÑA

ANALISTA Y CATEDRÁTICO DE LA UNAM 

@F_JAVIER_ACUNA 

PAL