COLUMNA INVITADA

El disímil trato a la muerte de dos mujeres llamadas Victoria

Una, migrante, la otra, policía, en un caso hubo protestas e indignación. En el otro, sólo un homenaje en su corporación

OPINIÓN

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Manelich Castilla Craviotto / Colaborador / Opinión El Heraldo de México

Victoria Salazar Arriaza, nació en El Salvador. Tenía 37 años y desde hace tres años residía en México. Contaba con visa humanitaria y vivía de forma legal en el país. Tenía dos hijas. Su muerte, producto de una mala técnica de detención por parte de policías de Tulum, generó reacciones a nivel nacional e internacional, ocupando titulares y el seguimiento del caso en toda la prensa nacional.

Colectivos y defensores de derechos humanos se movilizaron para que el caso no quede impune. Su muerte es injustificable. En descargo de sus homicidas, los videos dejan ver impericia, nunca el deseo de un resultado fatal. Empero, deben responder ante la justicia por el homicidio, creo, a título culposo.

En otra historia, la oficial Victoria Isabel Sánchez Torres tenía 33 años de edad. Según notas periodísticas, su familia no estaba de acuerdo en que fuera policía, pero su pasión por servir a la ciudadanía pudo más que el consejo familiar.

En el marco del pasado Día Internacional de la Mujer, Victoria fue entrevistada por El Occidental, de Jalisco, y cuenta ese pasaje:

"Estaban un poco en contra, por el riesgo que se corre, pero cuando vieron que realmente era lo que quería y era mi sueño, me apoyaron mucho y así es hasta el momento".

Según la nota de El Occidental, recordó que le había tocado vivir momentos y servicios de alto impacto como accidentes y detenciones relevantes, en las que era mucho el riesgo que se corría.

Al mismo tiempo, hizo un llamado a otras mujeres a perseguir sus sueños.

"Si sienten que es su vocación, que lo realicen, que cumplan sus metas y sueños, porque nada más tenemos una vida y el tiempo no perdona. Que sigan adelante con sus metas".

Murió en servicio el 5 de abril, cuando con elementos motorizados del grupo Gama -al que pertenecía-  marcaron el alto a los ocupantes de un taxi, quienes abrieron fuego contra ellos, propinándole la herida mortal.

Victoria dejó en orfandad a una niña, que era su máxima motivación para brindar su vida a “proteger y servir”.

De su muerte y legado no existió ni remotamente una cobertura como la que ameritó el caso de Tulum.

En twitter honré su memoria con un mensaje. Alguien opinó que lamentaba que ese tipo de muertes no ameriten marchas ni pronunciamientos de grupos feministas. Al comentario, sobrevino una respuesta que me dejó atónito, pues provenía de una mujer: “No hay marcha porque no fue un feminicidio, ella murió cumpliendo su deber como policía. En todo caso la marcha debería venir de su gremio”.

Su gremio la despidió con honores y enalteció su calidad humana y profesional en ceremonia solemne. La indiferencia por su partida, contrasta con la de la otra Victoria, quizás, como opinó la internauta, porque era policía cumpliendo su deber. Y eso, al parecer, no debiera causar indignación.

Triste realidad el desdén por la función policial. Más triste, el feminismo selectivo que no ve en la muerte de una mujer policía, razones para clamar justicia.

POR MANELICH CASTILLA CRAVIOTO
COLABORADOR
@MANELICHCC

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