Hace algo más de un cuarto de siglo, tras la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el Pacto de Varsovia, se proclamó la muerte del socialismo.
Después de todo la URSS era el más potente de los Estados que se decían seguidores del marxismo y núcleo de su asociación militar y económica, había caído víctima de sus problemas internos.
Pero la realidad es que la muerte del socialismo fue anunciada prematuramente. Hace una década, en América Latina se hablaba de una “marea rosa”, debido a la elección de mandatarios izquierdistas en varios países de la región.
Una reacción de la derecha llevó a un retroceso, pero ahora el péndulo se mueve en dirección opuesta y mandatarios proclamados como de izquierda son electos democráticamente, como en los casos del peruano, Pedro Castillo, y ahora el chileno, Gabriel Boric.
Ahora, algunos presuntos socialistas, incluso procedentes de Europa, anuncian la muerte del neoliberalismo.
Es interesante porque Europa, fuente de nuestras referencias de cultura y civilización ha fracasado en erradicar a los gemelos terribles del absolutismo, el nazismo o el estalinismo.
Las tendencias neoliberales, representadas por gobiernos partidarios del libre comercio, libre mercado, desregulación y privatización de la economía, tuvieron en los 90 y parte de los 2000, su momento de auge.
Pero si tales propuestas auspiciaron un visible desarrollo económico, no produjeron beneficios inmediatos para las mayorías, que respondieron en gran medida por la vía electoral con derrotas a los sectores identificados como de derecha.
Pero matar ideas no es tan fácil como parece. De hecho, una serie de dictadores o gobiernos autoritarios lo han intentado en América Latina, de Anastasio Somoza a Daniel Ortega, de Augusto Pinochet a Nicolás Maduro, a través de tácticas que incluyen el uso y el abuso del Poder Judicial, de la represión mediante la fuerza policial o militar, del estrangulamiento económico y político.
En ese sentido, Boric puede ser visto como testimonio del fracaso de Pinochet, pero también las formas de represión usadas en Nicaragua —lawfare, dirían los expertos— y en Cuba para impedir la realización de manifestaciones de descontento.
Cierto que el primer deber de todo movimiento político es lograr el poder y luego buscar la permanencia y continuación de su "proyecto". Pero hay formas.
Los gobiernos usan de los recursos del poder para hacer favores o amedrentar a sus adversarios, incluso mediante leyes que abran la puerta a la criminalización de los opositores.
Pero a pesar de los intentos de los gobiernos autoritarios de izquierda o derecha de la región, las ideas no mueren tan fácilmente, aunque puedan ser subyugadas temporalmente, sea por temor, campamentos de reeducación, represión abierta o conveniencia económica.
Las ideas resurgen, mutadas y adaptadas, pero no mueren.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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Boric, la izquierda en la región
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