DEFINICIONES

Lozoya, se le acabó la suerte

El exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex) está donde nunca imaginó estar, y a donde quizá debió llegar hace mucho: la cárcel

OPINIÓN

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Manuel López San Martín / Definiciones / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

A  Emilio Lozoya se le acabó la suerte. La paciencia en la Fiscalía General de la República (FGR) se agotó, la presión presidencial y de la opinión pública creció, y el exdirector de Pemex esta donde nunca imaginó estar, y a donde quizá debió llegar hace mucho: la cárcel.

El caso Lozoya se le salió de las manos al fiscal Alejandro Gertz Manero que, con tantos frentes abiertos, no resistió más los embates. Necesitaba un respiro. Y Lozoya se lo dio.

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15 meses y 18 días después de llegar extraditado desde España puso un pie en un juzgado. Ese mismo día, también pasó su primera noche en el Reclusorio Norte, en el dormitorio 10. Hasta ese lugar fue llevado por agentes de la policía procesal que lo detuvieron en la sala de audiencias el pasado miércoles. Lozoya no imaginó que ese día lo terminaría en una celda.

El buen humor con el que llegó al juzgado, poco a poco se apagó tras oír los duros señalamientos de la Fiscalía General de la República  que, le advirtió, lo acusará por lavado, delincuencia organizada y cohecho. “No ha mostrado intención en cooperar”, le espetaron. “Son impúdicas las fotografías (cenando en el Hunan)”, reclamó el representante de Pemex que acudió a la audiencia.

Antes de ser llevado al reclusorio, mientras escuchaba la decisión del juez, Lozoya tomó de la mano a su madre, Gilda Margarita Austin, quien estuvo a su lado. Poco antes de las 15:30 horas fue acompañado al penal. No lo esposaron.

El extitular de Pemex fue sometido a una revisión médica, se le aplicó una prueba para detectar COVID-19 y cenó como el resto de los más de siete mil internos. Esta vez no hubo pato laqueado.

Entre sus compañeros de prisión, hay varias caras conocidas, que se encuentran en el módulo de ingreso, donde vivirá por ahora. Pero ni el cruce de miradas con Javier Duarte o Juan Collado despertará tanto morbo como el encuentro con el exsenador Jorge Luis Lavalle, quien está detenido a raíz de las acusaciones del propio Lozoya.

Como los demás personajes célebres, Lozoya tiene un custodio para vigilarlo. Es monitoreado por cámaras de seguridad. Duerme solo, sin compañeros de estancia. Podrá salir al patio, pero no convivirá con el grueso de la población penitenciaria.

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Las circunstancias y la narrativa desde el poder, que habían jugado en favor de Lozoya, se modificaron, y con ellas, la suerte del exdirector de Pemex.

La cascada de yerros que apabullaba al fiscal Gertz Manero, jugó en su contra.

A diferencia de hace meses, hoy ya no había nadie que quisiera a Lozoya en libertad.

A nadie le servía. A nadie convenía. Por eso está donde está. Por eso se quedará ahí, hasta que sea útil nuevamente. O quizá, ya dejó de serlo.

POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
M.LOPEZSANMARTIN@GMAIL.COM
@MLOPEZSANMARTIN

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