MIRANDO AL OTRO LADO

Violencia

La violencia recrudece y se extiende en todo el país. Las imágenes proyectadas en medios de comunicación y en redes sociales son crudas y, como es de esperarse, estremecedoras

OPINIÓN

·
Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al otro lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La violencia recrudece y se extiende en todo el país. Las imágenes proyectadas en medios de comunicación y en redes sociales son crudas y, como es de esperarse, estremecedoras. La explicación fácil sería que la estrategia de contención (ojo: no se dice eliminación) de la delincuencia organizada, principalmente el narcotráfico, del gobierno federal es ineficiente y predestinada al fracaso.

El Presidente parece empeñado en defender hasta las últimas consecuencias su estrategia de “abrazos, no balazos”. La estrategia tiene dos problemas. El primero de esos problemas es que no parece realista enfrentar la violencia generada por un ejército irregular y empeñado en destruir el Estado de derecho con abrazos y amistad. El propósito del narcotráfico es dominar a la sociedad para la multiplicación de su negocio. Y su negocio es, en el fondo, destruir el Estado de derecho para asegurar la rentabilidad de su negocio.

El segundo problema con la estrategia presidencial es que el crecimiento acelerado y alarmante de la violencia es prueba fehaciente de que las consignas no son políticas públicas. Decir “abrazos, no balazos” no es una política pública factible frente a grupos violentos cuyo interés es desmantelar al Estado. Las políticas públicas deben ser capaces de adaptarse a la realidad, cuando ésta se modifica o se transforma. Si un gobierno se aferra a una consigna y no es capaz de adaptarla o corregirla frente a la realidad, no solo pierde sentido sino lleva el gobierno al seguro fracaso.

Mientras el Presidente se reunía con los líderes de Estados Unidos y Canadá, el país ardía. Y ardía, sorpresivamente, en las entidades federativas donde su partido había ganado las recientes elecciones a gobernador. Michoacán, Zacatecas, Sonora, Guerrero, San Luis Potosí, Baja California son estados que tienen sus alarmas encendidas. ¿Qué ocurre en esos estados? ¿Por qué ha incrementado la violencia en esos estados?

Una de las cosas que ha sucedido en esos estados es que las victorias electorales del morenismo significó un reacomodo en la correlación de fuerzas al interior del mundo del narcotráfico. Ciertos cárteles tomaron la victoria de una nueva administración como el banderazo de que les tocaba una nueva hegemonía en sus rutas de tráfico, mientras las organizaciones criminales desplazadas se resisten violentamente a ceder su lugar y espacios previamente dominados. Lo que vemos cuando una fotografía da cuenta de cuerpos humanos colgados de puentes o de la masacre en una zona populosa es de la guerra entre un cártel que pretende un nuevo dominio con otro que ya ocupa la plaza. Y la consecuencia es una guerra que involucra a organizaciones criminales y sus efectivos, las fuerzas de seguridad del Estado y la población civil involucrada, usualmente para su desgracia.

¿Qué credibilidad puede tener un Presidente que se niega a reconocer la dimensión y tragedia de la violencia que azota al país, o su verdadera intención ante el sector energético, o su propuesta de salir de la OEA? Por otro lado, ¿qué se debe observar de un Presidente que reconoce la crisis de consumo de opiáceos en su país, o el reto de las presiones migratorias? ¿Y el Primer Ministro que reconoce problemas actuales y añejos en su país? La gran diferencia entre los “Tres Amigos” es que el estadounidense y el canadiense reconocen y asumen sus crisis, hablan de ellas y buscan soluciones activamente. En cambio, el mexicano no reconoce ningún problema en su administración, acusa a otros de los problemas y emplea un lenguaje evasivo para no decir lo que realmente piensa.

Pero sus dos colegas conocen a la perfección lo que acontece en México y las políticas que aplica su gobierno. Saben que promueve políticas contra el medio ambiente, la expulsión de empresas extranjeras, el alejamiento de América Latina de Estados Unidos y Canadá y la salida de la región de la OEA.

Ese doble discurso y esencial negación de la realidad de sus políticas expresadas públicamente en México hace que la oferta mexicana de una Unión de América simplemente suena a una propuesta no creíble hecha para agradar a su auditorio de dos líderes, pero carente de toda honestidad y seriedad. ¿Cómo creer seriamente en una propuesta mexicana de cesión de soberanía (porque la Unión implica ceder muchísima soberanía en la toma de decisiones), cuando estén sentados ante el Presidente mexicano más “soberanista” de las últimas décadas?

Además, Biden y Trudeau se encontraban sentados ante un Presidente mexicano que no reconoce, ni acepta, la realidad de que en su país algo que es muy cercano a una guerra civil. ¿Cómo construir un ambiente de confianza y confiabilidad cuando uno de los actores no es capaz de asumir su propia realidad, y vive, o desvive, en torno a mitos, suposiciones, dobles discursos, rumiaciones? La negación o la franca mentira es una forma de violencia que enrarece la posibilidad de lograr acuerdos funcionales y duraderos, especialmente cuando ocurre entre líderes de naciones.

Sin reconocer la realidad que se debe enfrentar con honestidad y sin dobles discursos va a ser muy difícil trabajar juntos exitosamente. La violencia es la sombra negra (el “perro negro” diría Churchill) que ensombrece la trilateralidad. Ciertamente no son Churchill, Stalin y Roosevelt, pero nuestros tres gobernantes traen en sus manos nuestro futuro.

POR RICARDO PASCOE PIERCE
RICARDOPASCOE@HOTMAIL.COM
@RPASCOEP

MAAZ