AIRE PARA PENSAR Y DEJAR PENSAR

Cerrar ciclos

Muchas veces vale la pena, y otras tantas, al cerrar un ciclo nos arranca un pedazo de nosotros sabiendo que morirá para siempre

OPINIÓN

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Paola Albarrán / Aire para pensar y dejar pensar / Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

Hay veces que cerrar el ciclo es planeado y se visualiza claramente el cambio acercándose desde el horizonte, esos los conocemos, los esperamos, los planeamos, los comprendemos.Sin embargo, existen otras veces que duele cerrar, y es como un inesperado portazo, definitivo.

Otras tantas veces los ciclos se cierran silenciosamente, empiezan con ideas que intentas silenciar, das por hecho que esas ideas por vivir en tu mente no hacen ruido y olvidas que es suficiente con que tú las escuches.

Tratas  de acomodarte y simplemente seguir con lo habitual, engañándonos a nosotros mismos cuando algo no puede seguir siendo como es, y nos acostumbramos a silenciar esa voz que no se calla y en letras chiquitas invisibles nos grita que es momento de moverse, de cerrar, de cambiar, y simplemente permanecemos inertes por miedo que paraliza y, a la larga, mata todo.

Hay días gloriosos que el grito de batalla está en nosotros y sale del corazón. Que dices: ¡Se acabó! Puede haber una gota que derrame el vaso, o con un acto de valentía y por amor a ti decides poner un punto final.

Estos mensajes llegan mientras estás en la regadera y dejas de pensar. Llegan cuando estás contigo, cuando te desconectas y paradójicamente logras conectarte y escucharte. Hay que aprender a ponerle micrófono a nuestras ideas que valen, esa voz que escuchas eres tú, tu intuición, y se trata de hacer pequeños ajustes para seguir y evitar convertirnos en máquinas que sobreviven a una rutina y poder empatar con el reflejo del espejo.

Son los noes dichos a tiempo. Son las pláticas que hay que tener con nudos en la garganta. Es saber decir lo que piensas sin poner en juego la paz. Es levantar la mano cuando jamás lo has hecho. Es hablar claro y ser impecable con tus palabras. Es honrar lo que piensas y buscar la forma de encontrar coherencia con lo que tu alma resuena. Es terminar con una guerra de 20 años.

Cerrar ciclos es mantenerse sano. Es como ordenar un cajón, pues ahora sabes que tienes y donde está, en vez de ignorar que guarda cosas inservibles que para cuando te des cuenta es imposible volverlo a cerrar. Somos contenedores de historias y, sobre todo, de sentimientos, hay que intentar tener cada cosa en su lugar para no contaminarnos con lo inservible.

La congruencia de ser y parecer, de estar y pensar esa conquista del equilibrio, meticulosamente medido con un celoso nivel donde siempre la burbuja tiene que estar en el centro. Una armonía difícil de encontrar, pero sagrada al ser encontrada.

Somos tiempo, somos recuerdos imposibles de borrar. No se puede congelar el tiempo cuando ya no es, pues lo que algún día fue emoción hoy se vuelve el hueco, y una sombra lejana. Cerrar un ciclo es ponerle un capelo a lo que fue y congelarlo en el tiempo, que se queda suspendido convirtiéndose en un eterno flotador hasta llegar a acuerdos de no volver a acordarse.

Se trata de mantener la risa fresca, ¡de vivir!, no de sobrevivir, de cerrar cuando es momento y no aferrarse a algo que no nos pertenece más. Saber decir adiós a tiempo antes de que nos invada el adiós.

POR PAOLA ALBARRÁN

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