ASÍ LO VEO YO

Lecciones que Israel debe aprender, ya antes del fin de la pandemia

Es  imperioso aprender las lecciones, porque esta probablemente no sea la última pandemia a la que se enfrenta el país

OPINIÓN

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Jana Beris / Así lo veo yo / Opinión El Heraldo de México

Desde la llegada del coronavirus a Israel hace casi un año, se advirtió que no había plena certeza acerca de cómo lidiar con el desafío, un fenómeno nuevo para todo el mundo. Que países y gobernantes puedan cometer errores es más que natural, pero ese dicho tan conocido no puede justificar cualquier cosa.

Es  imperioso aprender las lecciones, porque esta probablemente no sea la última pandemia a la que se enfrenta el país. Y hay problemas por solucionar.

Entre política y epidemiología

No se hizo suficiente caso a las  recomendaciones de los expertos que analizaban el tema desde un punto de vista epidemiológico. 

Expertos en epidemias y en salud pública destacaron repetidamente la necesidad de imponer serias limitaciones en las zonas con mayor incidencia del coronavirus conocidas como “rojas” o en algo menos, “anaranjadas”, permitiendo lo más posible la continuación de la vida normal en las zonas “verdes”. 

De esa forma, se frena la pandemia en los lugares en los que atacó más, sin agregar restricciones innecesarias en zonas casi no afectadas –sean ciudades enteras o barrios en ciudades–. Imponer un cierre generalizado introduce problemas económicos y sociales que derivan inevitablemente de los confinamientos, que también tienen un costo de salud.

 

Política y religión

La participación de partidos ultraortodoxos en la política israelí, que mezclan religión con la actividad política, es una desgracia. 

El problema no es la vida en el camino de la y lo marcado por la Torá (como los judíos se refieren a la Biblia en general) sino la participación en el juego político nacional de partidos, en el que se consideran los representantes de la religión judía en el país –aunque son solo una corriente muy determinada–, con intereses muy particulares que influye en la agenda nacional debido a su papel en las coaliciones de gobierno.

Por ello, su gran desobediencia a las restricciones publicadas para contener la pandemia no fue enfrentada con el vigor necesario. 

¿El Estado o la Torá?

Un problema de fondo es que gran parte del sector ultraortodoxo considera que la Torá está sobre las leyes del Estado. Pero no se puede ser parte del Estado de Israel, gozar de sus privilegios ciudadanos y no respetar sus leyes, a sabiendas de que eso perjudica al prójimo.

Quienes siguen esa línea alegan que cerrar las aulas es peor que la pandemia, ya que no estudiar Torá es inaceptable. Pero en el judaísmo, el valor de la vida es supremo y la propia Torá ordena respetarlo. 

Desde un punto de vista práctico, quienes se enferman y deterioran, llegan a los hospitales en los que desembocan todos los infectados. Ineludiblemente, cuando el personal médico está rebasado, no se puede dar el mejor tratamiento a todos. 

Crisis de confianza

El hecho que el primer ministro Benjamin Netayahu está en juicio por sospechas de corrupción socava ineludiblemente la confianza ciudadana en él, aunque es ampliamente reconocida su capacidad y también su rol clave para lograr conseguir rápida y masivamente las vacunas de Pfizer para Israel. Es imposible que en una situación así, no se ponga en tela de juicio las consideraciones que están detrás de cada una de sus decisiones. No es sano para el país.

Su socio y adversario Beni Gantz tiene casi tanta responsabilidad como él por los errores cometidos el último año. Y la tienen todos los ministros de diversos partidos que no supieron ser terminantes y categóricos a la hora de tomar decisiones, y postergaron una y otra vez resoluciones urgentes. 

 

POR JANA BERIS
PERIODISTA