MALOS MODOS

Detente, realidad…

Los decretos presidenciales obedecen a una estrategia sumamente ambiciosa, que se resume en esas dos palabras

OPINIÓN

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Julio Patán/ Malos modos/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En mi entrega anterior hice una sugerencia que causó cierto ruido. La sugerencia es que en este gobierno el decreto presidencial se ha convertido en algo así como un “detente”, y vino a cuento porque el Presidente, luego de su visita al Tabasco destruido por las inundaciones, inundaciones que ya sabemos que tienen un causante —aunque no un responsable—, dijo que lanzaría eso, una especie de decreto anti inundaciones: “Se dará prioridad a las vidas humanas, y no a la producción de energía, siempre que haya riesgo”. Detente, agua.

Ese decreto me parece una genialidad, por tres razones. La primera es que refrenda el humanismo de la 4T: “Pueblo de México: en adelante, no nos cargaremos a nadie para que haya luz”.

La segunda es que le da al titular de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) un cheque en blanco: “Sí, el Sureste lleva una semana sin suministro eléctrico. Pero tuvimos que elegir entre dos inconvenientes (esa es la expresión que usa López Obrador en casos como éste): un apagón masivo y acabar con la población chontal”.

La tercera razón es que acentúa el halo de divinidad que envuelve a nuestro mandatario. “A orillas del Usumacinta, habló el presidente. Y con el solo poder del verbo, Macuspana fue salva”. Algo así.

Tan genial es la idea que se aplica una y otra vez, para cualquier “inconveniente”.

¿Que no hay medicamentos ni para el VIH ni para el cáncer, que no hay vacunas para el sarampión, la tuberculosis y la influenza?

¿Que rompemos récords de muertes porque nuestro personal médico no tiene el equipo necesario para enfrentar al coronavirus? Decretas que la salud es un derecho universal: detente, enfermedad.

¿Que caen los precios del petróleo, que el mundo voltea a las energías limpias? Decretas que Pemex se va pa’ rriba, que la producción aumenta y que hay que meterle oootra lana, por ejemplo del banco central. Detente, energía limpia.

¿Desaparecieron miles y miles de empleos, cierran las empresas, la inversión se va por patas y Coneval te dice que la pobreza crecerá en ocho millones de personas? Decretas que “ya nos estamos recuperando” gracias a tu apuesta por la población más depauperada, ante la crisis por la pandemia.

Seguro que algún columnista dice que sí es cierto, que se evitó una tragedia. Detente, recesión.

No puedo terminar sin decir lo obvio: que el decreto ha sido la primera herramienta del Presidente y de López-Gatell para luchar contra la pandemia.

No me refiero solo a aquella famosa enseñada de estampitas religiosas.

¿Cuántas veces no domaron al virus y aplanaron la curva, por decreto, entre miles y miles de muertes? Bueno, pues ahora decretaron un rebrote, o sea, el final del brote. Detente, COVID.

Y es que, en un sentido estricto, los decretos presidenciales obedecen a una estrategia sumamente ambiciosa, que se resume en dos palabras: “Detente, realidad”.

POR JULIO PATÁN
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