COLUMNA INVITADA

Indicador objetivo, el PIB

Este indicador ha tenido una mala utilización, pues sólo mide la producción de bienes y servicios

OPINIÓN

·
Luis David Fernández Araya/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de México

El PIB ha sumado a lo largo de los años diversas críticas sobre su efectividad para indicar justamente los resultados económicos de un país y particularmente de los países latinoamericanos, debido a las características particulares que el sistema de cuentas nacionales no tiene en consideración, como en su columna de ésta semana en el diario Milenio lo describe correctamente el Presidente del Senado Mexicano, el Senador Doctor Ricardo Monreal Ávila, pues uno de los principales puntos que no contempla es la economía informal, las economías latinoamericanas cuentan con una gran parte de su economía no formalizada, esto incluye desde mercados enteros que ocupan grandes extensiones de territorio, hasta pequeños emprendimientos de economía social que no son contabilizados bajo este sistema y que sin embargo forman parte de la forma de vida de gran parte de la población. Dentro de este rubro de economía informal puede contarse también la economía doméstica, que abarca todo lo que es manutención del hogar y producción para consumo familiar. 

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para 2014 el 47,7% del empleo en Latinoamérica es informal. Desde el punto de vista ambientalista, el sistema de cuentas no considera en su contabilidad   el   costo   patrimonial   que   resulta   de   la   utilización   de   recursos naturales no renovables para la producción. 

La extracción de estos recursos implica por lo menos un costo de oportunidad. Por otro   lado,   el   deterioro   del   ambiente,   como   puede  ser  la desforestación  o la contaminación por la utilización de algún químico, tampoco se contabilizan, de hecho,   los   gastos   de   las   empresas   para   reparar   el   daño   ambiental   son considerados como un aumento del producto por aumento del gasto. 

Estos gastos ocasionados para preservar  los niveles ambientales o mejorarlos, reciben el nombre de gastos defensivos, mitigadores o compensatorios. William Kapp (1983) consideró que las medidas de crecimiento y producción que toma la sociedad   son   cada   día   más   inadecuadas   debido   a   que   gran   parte   de   lo   que finalmente   se   computa   como   producción y desarrollo   son realmente   gastos defensivos. Muy usualmente este indicador es utilizado no solo para ver si un país crece o no entre  períodos   y   su   comparación   con   otras   economías,   sino   que   también   se intenta extrapolar el crecimiento a cierto nivel de bienestar de la población y de desarrollo de su economía.

Sin embargo, esta   es  una mala utilización del  indicador,  pues el  PIB mide la producción de bienes y servicios en un país y tiempo determinado. Su indicador “per cápita”, calcula esa producción dividida entre la cantidad de personas que viven en  ese país, por lo  que esto nos indicaría la cantidad  de producción   que   corresponde   a   cada   uno   de los habitantes   si   la   misma   se repartiera   en   partes   iguales   entre   todos   ellos.   

Es   decir,   no   contempla   la distribución de la riqueza y por tanto en ningún caso puede ser inferido como un indicador de bienestar de la población. En 1990 se empieza a calcular el Índice de Desarrollo Humano (IDH), intentando dimensionar en un índice compuesto por variables relativas a la salud (esperanza de   vida   al   nacer),   la   educación   (tasa   de   alfabetización   y   tasa   bruta   de matriculación en los distintos niveles) y el PIB per cápita, el grado de desarrollo de cada uno de los países. Ideado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo   (PNUD)   e   inspirado   en   las   críticas   de   Amartya   Sen al desarrollo capitalista.

Sin   embargo, este   índice   no   registra   desigualdad   interna   ni   condiciones particulares, no   tiene  en   cuenta   las  condiciones   de   vida y mucho   menos  las posibilidades de desarrollo de cada individuo. Lastimosamente la mejora de las variables mencionadas en el indicador, se ha transformado en la meta a cumplir por los gobiernos de muchos países para alcanzar un “nivel de desarrollo mayor”. En el 2008, el presidente de Francia encomendó la creación de una comisión que evaluara las limitaciones del PIB como indicador de resultados económicos y del progreso social.

El resultado de la misma fue un Informe realizado por Stiglitz, Sen y Fitoussi (2009), que  destaca el  error de utilizar el  PIB para ese  propósito  y analiza en profundidad cuáles son los aspectos a considerar para lograr un buen indicador   de   progreso   social,   pues   de   inmediato   resaltan   la   necesidad  de considerar no solo indicadores cuantitativos  sino cualitativos,  evaluando  así la sustentabilidad de bienestar, o sea no evaluarlo solo para el momento que se mide y no ver solo números agregados sino identificar muchos factores para cada entidad.

POR LUIS DAVID FERNÁNDEZ ARAYA
ECONOMISTA
@DRLUISDAVIDFER