La alcaldesa del municipio de Canatlán, Durango, de extracción panista, mandó a los policías municipales para detener a Fernando Galván Mireles, exdirector del Sistema de Agua Potable, sin delito alguno ni orden de aprensión, sólo por que él denunció a la junta municipal de Agua Potable que fue despedido injustificablemente y que exigía su finiquito laboral.
De acuerdo con el testimonio de la víctima, la presidenta municipal Dora González Tremillo envió al director de la Policía Municipal y a sus agentes, con el objetivo de ser detenido e intimidado para obligarlo a desistir de su denuncia.
Por tal motivo y ante el asombro de vecinos del Centro Histórico, Galván Mireles fue detenido por agentes policiacos en su camioneta, mientras iba acompañado por su madre y su hijo menor, quienes no pudieron hacer nada para evitar que se lo llevaran los policías.
Luego de haber permanecido 28 horas incomunicado, tiempo en el que el director de la corporación policiaca le señaló que el verdadero tema por lo que estaba tras las rejas era que la presidenta municipal quería que desistiera de la denuncia de pago de prestaciones laborales de ley, de lo contrario sería acusado de robo de un pozo de agua, con un valor de 200 mil pesos.
Como no accedió de desistir en su denuncia, lo mantuvieron incomunicado y no hubo ningún juez o autoridad que revisara su caso hasta que, para obtener su libertad, tuvo que aceptar firmar una acta de insultos a la autoridad municipal para liberarlo y así lo hizo, pero de inmediato Galván Mireles presentó denuncia ante la Fiscalía estatal de los hechos y ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos, pero no han hecho nada al respecto, porque las amenazas continúan y teme por su vida, ahora ha pedido la intervención de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ya que la alcaldesa ahora lo denunció penalmente de declaraciones falsas ante una autoridad.
Este no es el primer caso contra funcionarios y ciudadanía que enfrenta la edil, ya que es conocida por su temperamento caprichoso y fuera del Estado de Derecho.
Por Ignacio Mendívil
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