Si tomas tu lápiz con la mano derecha y te piden que dibujes un mapa de México, muy seguramente Tijuana será el punto donde comenzarás a trazar la geografía del país. Una ciudad multicultural, irreverente y con una frontera donde cada año aproximadamente 50 millones de personas se conectan con Estados Unidos.
Y a pesar de que Tijuana cada día evoluciona hacia el progreso, arrastra una mala fama en cuanto a inseguridad que detonó en 1994 cuando el candidato a la presidencia por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio, fue víctima de un atentado con arma de fuego que le arrebató la vida.
Colosio decidió visitar Tijuana durante su campaña a la presidencia de México y el 23 de marzo realizó una reunión con simpatizantes en Lomas Taurinas, una colonia rodeada por barrancas que se tapizaron con casas en obra negra y que por muchos años careció de pavimento y otros servicios básicos.
Lomas Taurinas adquirió fama nacional e internacional a pesar de su abandono. El asesinato de Colosio los puso en el mapa cuando ni siquiera la colonia existía para los sectores económicos altos de la ciudad.
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La barranca donde se ubica, es el lugar donde cientos de vecinos de la urbe fronteriza se instalaron ante el rezago y la pobreza que vivió la región en la década de los años 90.
Veintisiete años después de la gira que le costó la vida a Colosio, Lomas Taurinas mantiene casi la misma postal de necesidad.
En la esquina de la calles Mariano Arista y Adolfo López Mateos quedan los recuerdos del último mitin de Colosio. Una estatua monumental del priista y una barda pintada solo con su nombre con enormes letras negras.
Lomas Taurinas está a pocos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, muy cerca al aeropuerto de Tijuana.
El barrio recibió atención en el primer año tras el asesinato, poco a poco fue olvidado. Es un lugar pesado, asfixia el canal de aguas negras, los cerros encima.
AV