El calentamiento global está generando estragos en todas las ramas de la vida en nuestro planeta, pero quienes más lo están resintiendo y de una manera silenciosa, son los insectos. Ahora, un escrito elaborado por The Guardian nos reveló cómo es que el descarado aumento de la temperatura registrado en los últimos años genera un impacto irreparable, que, cuando queramos remediarlo, posiblemente sea muy tarde. Todo comenzó en los Alpes y los Apeninos al sur de Europa, donde casi todos los escarabajos longicornios se desplazan cuesta arriba, ¡pero muy arriba!, en las cimas. Aquí también se aisló una mariposa café con alas de puntas naranjas, lo que desgraciadamente la está llevando a la extinción.
La terrorífica imagen solo nos mostró como el aumento de las temperaturas y la creciente presión sobre la biodiversidad poco a poco "va matando" a los insectos vitales para nuestros ecosistemas, pues no solo se desplazan hacia el norte y el sur, sino también a zonas más altas. De hecho, las investigaciones demostraron que muchos animales están realizando desplazamientos similares, pero los altos niveles de movilidad de los insectos y sus cortos tiempos de generación les permiten reaccionar rápidamente a los cambios. Esto significa que la tendencia puede producirse con rapidez. Por ejemplo, los abejorros de los Pirineos se han desplazado —en promedio— más de un metro al año hacia zonas más altas, y algunas especies realizan viajes considerablemente más largos. Las polillas del monte Kinabalu, en Borneo, han seguido su ejemplo.
Los insectos son el indicador inmediato del calentamiento global
Gracias al estudio de estas conductas en los bichos, nos pudimos dar cuenta de la velocidad que lleva el cambio climático, además de las repercusiones ecológicas en las zonas de mayor altitud, que suelen ser focos de biodiversidad y refugios de especies endémicas. Para intentar comprender sus implicaciones. De hecho, los científicos están preparando sus mochilas y amarrándose sus botas de montaña, para ir a verlo en carne propia.
“Si quieres rastrear el cambio climático en una montaña, tienes que recorrer unos metros. Para hacerlo en latitudes, pero en terreno llano, hay que desplazarse muchos kilómetros”, comentó la profesora Jane Hill, de la Universidad de York, que lleva años estudiando los insectos en zonas elevadas del Reino Unido y los trópicos.
Y es que, aunque el gran cambio de altitud es inquietante en sí mismo, los estudios también han demostrado que la reproducción y el desarrollo se pueden ver afectados a medida que los insectos se desplazan a zonas más altas. Sencillamente, se desconocen otros posibles efectos. Los especialistas no tienen la menor idea de qué esperar en estos cambios y cómo es que afectará al ecosistema.
El "nuevo hábitat" amenaza la vida de los insectos
Lo único de lo que pueden tener certeza los especialistas, es que el traslado a nuevas zonas no es uniforme. Este movimiento simplemente amenaza a su existencia. En el caso de las especies que se han adaptado —desde hace tiempo— al aire más frío de las pendientes más altas, existen límites fijos en cuanto a la distancia que pueden recorrer para encontrar condiciones propicias para la supervivencia. Y, sin embargo, más de la mitad de los insectos que habitan en las montañas que se han estudiado se desplazan hacia zonas más altas. Por ejemplo, un insecto de estas zonas que es muy importante para Hill es la montañesa ojitos (conocida por su nombre científico como rebia epiphron).
Esta es una especie prioritaria en el plan de acción para la biodiversidad del Reino Unido. Tras colonizar el territorio —después de la última era del hielo— esta mariposa de color café oscuro con “manchas oculares” naranjas en las alas se ha retirado en dirección al norte y hacia zonas más altas, hasta el punto de que ahora solo existe en las grandes altitudes de Escocia y el Distrito de los Lagos. Este aislamiento ha provocado que las poblaciones sean genéticamente distintas.
“No se trata de una mariposa en la que uno trabaje si no le gusta escalar muchas montañas”, comenta Hill. “Sin embargo, el resultado es fabuloso porque te encuentras en la cima de estas montañas con hermosas vistas despejadas, porque, por supuesto, las mariposas solo vuelan cuando hace buen clima”.
¿Qué pasará si no hacemos caso a las señales?
Si no se emprenden intervenciones creativa en beneficio de este problema, es probable que estas escenas en la naturaleza sean cada vez menos frecuentes. “El trabajo que hemos hecho surge desde la perspectiva de conservar su diversidad genética única. Las predicciones sobre el cambio climático sugieren que al final de las próximas décadas las poblaciones desaparecerán y potencialmente las perderemos”, señaló. La montañesa ojitos no es la única mariposa Erebia amenazada. Otras especies como la argus escocesa (Erebia aethiops), también de Gran Bretaña, y la Erebia pandrose, de Italia (y otros lugares), también están sufriendo las consecuencias de la presión térmica y genética.
La extinción local de estas especies existe desde hace mucho tiempo, y el calentamiento global es una de las causas principales. La cuestión de si esto conducirá a una desaparición más general depende de lo que ocurra ahora.
“Con el cambio climático, todo se volverá en promedio más caluroso, pero también más seco. Eso supone un gran estrés. Pero tenemos muy poca información sobre cómo reaccionan muchos organismos a la desecación y la aridez. Por eso, yo diría que es fundamental disponer de más información sobre la tolerancia fisiológica y el comportamiento”, comento el doctor Tom Rhys Bishop, de la Universidad de Cardiff.
Lo que más preocupa son los insectos sociales: hormigas, abejas y termitas
En el caso de los bichos más conocidos, para comprender plenamente el estado de la situación en cualquier cambio de hábitat hay que fijarse en las cifras.
“Es difícil saber, por ejemplo, cuántas hormigas reinas nuevas han creado colonias. Se trata de un problema práctico muy distinto al de saber cuántas crías de elefante nacieron este año en el Parque Nacional Kruger, donde podemos observar a todos los elefantes, etiquetarlos y seguirlos”, señaló Tom Rhys Bishop.
Aseguró que dominar estas cuestiones de nivel poblacional "es verdaderamente importante" para entender las respuestas al cambio climático, y sin embargo "estamos casi completamente a ciegas" en cuanto a cuáles podrían ser esos patrones en el caso de las hormigas, las abejas, y todos los demás insectos sociales. El rastreo de hormigas no es el único problema logístico al que se enfrentan las personas que recopilan datos para cubrir lagunas de conocimiento considerables. El simple hecho de que las montañas puedan ser remotas y de difícil acceso constituye una barrera fundamental, aunque se podría solucionar con una mezcla de datos de “ciencia ciudadana” de quienes visitan las regiones montañosas y de métodos automatizados.
“En cierto modo, pasamos de decir que los insectos nos han enseñado algunas cosas realmente importantes sobre cómo los humanos están alterando los paisajes. Ahora que están cambiando y mostrando estos cambios, y que el cambio climático resulta perjudicial para muchas especies, ¿qué podemos hacer para pensar en cómo conservarlas?’”, explicó la profesora Jane Hill, de la Universidad de York.
Ayudar a las especies genéticamente sería la respuesta
Una de las propuestas más radicales consiste en ayudar a las especies genéticamente aisladas que se encuentran en los límites de su hábitat a encontrar hogares adecuados. Esto podría significar la introducción de especies en zonas desocupadas que tengan un clima adecuado para preservar su ADN, o bien, trasladarlas a zonas donde haya poblaciones existentes, lo que podría mejorar la diversidad genética, así como su capacidad para adaptarse a nuevos cambios. Aunque existe una preocupación, pues tal intervención podría generar efectos no deseados en los ecosistemas.
“Creo que podríamos reunir a aquellos que tienen conocimiento sobre cómo hacerlo con éxito, y después redactar unas buenas normas”, detalló Jane Hill.
En caso de que los riesgos sean bajos, entonces habría que determinar si las organizaciones encabezadas por los ecologistas están dispuestos a invertir en la idea. Es relativamente fácil conseguir apoyo para proyectos que protegen los hábitats de insectos, pues es fácilmente reconocibles ya que aportan beneficios evidentes, como los son: la polinización en las tierras bajas. En el caso de la biodiversidad —que para muchos cae en la categoría de “ojos que no ven, corazón que no siente”— quizá sea necesario un argumento más sólido. Lo único que se busca con la difusión de este problema es concientizar a las personas de que debemos preservar nuestro ecosistema pero también "meter mano" en lo que podamos ayudar para preservar la vida en la Tierra.