Cúpula

Gabo, su última historia de amor

Traducida a 40 idiomas, aparece a nivel mundial “En agosto nos vemos”, la novela póstuma de Gabriel García Márquez, escrita en la etapa final de su vida

Gabo, su última historia de amor
Foto: Fotos: Antonio Nava

Algo debió haber visto Carmen Balcells (1930-2015) en la última historia de amor de Gabriel García Márquez que no le encontraba un final. El Gabo había mandado en 2004 el manuscrito de En agosto nos vemos a su agente literaria y ella le había dicho a Cristóbal Pera: “No tiene el final”. En la primera oportunidad que tuvo de viajar a México, el editor le preguntó al Nobel de Literatura por el desenlace de su libro: ‘No, no, sí tengo el final’, le contestó. 

“Y me lo leyó aquí, en esta misma sala”, recuerda Pera en el estudio del escritor de la casa de Fuego 144, en el Pedregal de San Ángel. “Me lo leyó y me pareció brillante. El final es justamente algo que no cambia desde las primeras versiones; tenía clarísimo cómo iba a ser ese final”. La que había leído Balcells era una de las cinco versiones que el colombiano había completado de la novela. Todas, y algunos folders más sobre el mismo tema, ya no volvieron a ser abiertos por las manos de Gabo. 

Han tenido que pasar diez años de la muerte del escritor para que En agosto nos vemos sea conocida por el gran público. Este miércoles se lanza a nivel mundial, traducida a 40 idiomas, la novela que García Márquez ya no alcanzó a completar y que, incluso, pensó “que no valía la pena publicar y que lo mejor era que se destruyera”, como recuerda su hijo Gonzalo. En México, el libro lo lanza Planeta, dueña del sello Diana, quien ha impreso un tiraje inicial de 50 mil ejemplares.

Como toda historia detrás de un libro, la madeja de En agosto nos vemos está cruzada por los datos que existen en el mismo archivo de Gabo, vendido por su familia en 2014 al Harry Ransom Center, de la Universidad de Austin, por 2.2 millones de dólares; la versión de sus familiares más cercanos y las personas que conocieron al escritor, además de versiones periodísticas. 

Una de ellas, precisamente, registró cuando el Nobel desveló que trabajaba en un nuevo libro y leyó el primer capítulo en un acto realizado en la Casa de América, de Madrid.  Era 1999. Más tarde, en una de las pocas entrevistas que concedía, el autor dijo que trabajaba en “un proyecto narrativo de tres novelas cortas dedicadas a explorar el amor en la edad madura”. Cristóbal Pera recuerda que Memoria de mis putas tristes (que inicialmente se llamaba Ella) era una.

En agosto nos vemos otra. Y al mismo tiempo, el escritor se empeñaba en completar sus memorias, el primero de tres volúmenes apareció en 2002 con el título Vivir para contarla. 

Una carpeta, identificada como “Los Ángeles” en el archivo de Gabo, demuestra que el escritor trabajó en la novela mientras luchaba allá contra el cáncer. A su regreso a México, cuenta Pera, García Márquez “da el punto final en esa mesa (señala el escritorio en forma de L donde trabajaba) a las correcciones de sus memorias, se queda sin trabajo y está buscando qué hacer. Su secretaria, Mónica Alonso, le encuentra unas carpetas, una titulada Ella y la otra “En agosto nos vemos”.

Por una u otra razón, la novela se fue postergando y, con los años, su conclusión enfrentó un problema mayor: el deterioro de la salud del escritor. Los testimonios coinciden en ubicar el inicio de la demencia de Gabo en 2006, situación que para su hijo Gonzalo García Barcha le impidió estimar las virtudes del escrito. “Fue desarrollándose a lo largo de mucho tiempo y la fue escribiendo desafiando mucho sus problemas de salud, sobre todo su pérdida de memoria de los últimos años y llegó un momento en donde él consideró que ya no podía seguirla, que la novela estaba muy lejos de estar concluida”. 

Créditos: (Antonio Nava)

La familia ignoró el consejo del colombiano y decidió conservar la novela. El mismo Gonzalo cuenta que cuando el archivo se fue a Texas, los manuscritos podían ser consultados por los investigadores y varios tuvieron oportunidad de leerlos. “La dejamos reposar unos ocho años, nosotros mismos no sabíamos qué hacer con ella y hace un par de años decidimos, su editor, su agente literario, mi hermano (Rodrigo) y yo, darle una leída para ver en qué situación estábamos y encontramos que la novela no había envejecido nada, al contrario, se había refrescado con los tiempos actuales”. 

La familia también temía que comenzarán a circular versiones apócrifas: “Siempre hay el peligro de que haya alguna filtración, los peligros del mundo digital, y pues preferimos publicarlo aún si no es el original que hubiera querido Gabo, para disipar el misterio y que no haya especulaciones alrededor”.

La novela está constituida por 110 páginas —el libro tiene en total 144 porque incluye una página preliminar escrita por Rodrigo y Gonzalo y la reproducción de algunas páginas facsimilares con las correcciones que hizo el propio escritor— y se desarrolla a lo largo de seis capítulos. Cuenta la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer que ronda los 50 y que cada año, cada 16 de agosto, viaja desde la costa de Colombia a una isla donde está la tumba de su madre, a quien además de llevarle flores le cuenta sus secretos amorosos. 

Como en toda la obra de Gabo, su novela póstuma también avanza en torno al amor. “Es una de las obsesiones de Gabo, yo creo que es el tema que trató siempre y que más le resultaba interesante, el que más buscaba en sus lecturas y en todo su mundo; es un tema literario clásico, pero sin duda era algo que le interesaba a Gabo y como contrapeso la soledad, otro tema que también era contraparte, un tema muy suyo”.

Gonzalo dice que con En agosto nos vemos la obra de su padre está completada: en los archivos del Ransom Center ya no existe un solo papel inédito o susceptible de ser publicado en forma de libro. “Con lo que se ha publicado los lectores se podrán hacer una idea de quién fue como escritor. Si no hubiéramos sacado esta novela siempre habría especulaciones: ¿Para qué dejar algo así en el aire? ¿Para qué crear más misterio alrededor de algo que en realidad no lo tenía?”.

En todo caso, la aparición de la novela también es el corolario de una vida: una historia sobre el amor en la madurez que cierra toda una obra que explora constantemente ese sentimiento; un libro que no convence al cien por ciento a su autor y que se va quedando en el olvido, en la desmemoria, como transcurrieron los últimos años del colombiano en México. 

“Yo vivía en Francia en la época en que él estaba escribiéndola. Mercedes no acostumbraba a leer nada que no estuviera ya impreso y publicado, no sé qué relación hayan tenido entre ellos con la novela, aunque desde luego, Mercedes lo exhortaba mucho a que bajara, a que trabajara, a que tuviera algún tipo de vida rutinaria como había tenido siempre, pero eso poco a poco se fue truncando con sus problemas de memoria. Yo creo que no debía haber mucha comunicación entre ellos sobre la novela, sobre todo al final, yo creo que él se olvidaba de ella cuando no la tenía enfrente y ese fue un proceso gradual, pero bastante radical”, dice Gonzalo.

Por Luis Carlos Sánchez

EEZ

Temas