Se detuvieron, firmaron, se amontonó la gente, caminaron y se perdieron dentro del garaje. “Una foto, mi amor”, dijo un hombre; “¿cómo no?, es guapo”, mencionaron los presentes. Charles Leclerc es de los favoritos del público, y (actualmente) uno de los más grandes protagonistas en la Fórmula 1.
Sin embargo, nadie es más querido que Sergio Pérez. La expectativa alrededor del mexicano es una realidad en el comienzo del Fórmula Uno Gran Premio de la Ciudad de México presentado por Heineken. El camino del hospitality al garaje comprende pocos metros, pero incluye muchedumbres, gritos y ovaciones.
El paddock concentra una emoción palpable. Es territorio de pilotos y equipos, pero también de aquellos que observan con admiración a sus héroes. Es zona segura, antes de asaltar la pista en las prácticas.
En el primer entreno, Sergio Pérez estableció el tercer mejor registro, empatado con su compañero de franquicia, Max Verstappen (1:20.827), detrás de los Ferrari (Carlos Sainz y Leclerc). En la segunda sesión, el tapatío descendió al quinto sitio (1:21.579), con neumáticos experimentales de Pirelli.
La entrada al garaje de Red Bull presume sellos de Campeones del Mundo. Ahí mismo se concentra un tumulto de gente, que espera pacientemente la aparición de Checo (o Max) y sólo se dispersa por unos segundos cuando aparece otro piloto, como Daniel Ricciardo.
Lewis Hamilton es incasable, siempre a bordo de su monopatín, pero igual es aclamado. El bicampeón del mundo, Verstappen, fue ágil, consiguió escabullirse y sólo unos cuantos se enteraron de que ya estaba en boxes, aunque alguien presumió que chocaron hombro con hombro. La fiesta del Gran Premio de la Ciudad de México ya arrancó, con una enorme expectativa.
MAAZ
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