Mente Mujer

En los Faros de la CDMX, ellas llegaron primero

Las mujeres fueron un elemento fundamental en la consolidación de la iniciativa que descentralizó la cultura en la Ciudad de México

En los Faros de la CDMX, ellas llegaron primero
Foto: Daniel Ojeda

La mano de una chica toma el martillo, después se dirige a los perfiles de hierro y comienza a soldar. Más allá, otra joven se levanta sobre una escalera para seguir colocando elementos a la enorme figura de cartón que pinta con otras compañeras. Son una comunidad entusiasta que trabaja sin parar: desde hace más de dos décadas, ellas son el impulso que consolidó las Fábricas de Artes y Oficios (Faros) como una propuesta alternativa de intervención cultural en la compleja y enorme Ciudad de México.

“Yo siempre he visto más mujeres que hombres, más niñas que niños: mujeres en los talleres de danza, en los talleres de costura, en los de cartonería”, dice Magali Cadena Amador, directora de Vinculación Cultural Comunitaria de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Magali es una entusiasta del programa, al que se vinculó en 2007, afirma que los Faros apuntalaron “el modelo de descentralización de la cultura” capitalina y que han permitido romper con muchos estigmas que carga la formación artística y cultural, incluidos los de género.

Hace unos días, el modelo dio otro paso: 23 años después de su creación, los Faros lograron la certificación, por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP), de tres especialidades que se imparten en sus aulas: Producción Plástica en Arte Monumental de Faro de Oriente; Cine y Producción Audiovisual de Faro Aragón, y Actuación y Producción Escénica en el Faro Cosmos. En los próximos meses, otros nueve programas de estudio serán certificados.

(Créditos: Cortesía)

UN NUEVO MODELO

Magali creció en Iztapalapa, la casa de su familia fue expropiada para construir la Línea A del Metro, que va de Pantitlán a La Paz, en el Edomex. “Yo nací frente al Faro de Oriente, soy vecina originaria, oriunda de ahí, la casa de mis padres fue quitada para la construcción de ese Metro, para la estación donde está Peñón Viejo”, recuerda. Originalmente, las instalaciones del actual Faro iban a ser oficinas administrativas de la delegación Iztapalapa.  

(Créditos: Cortesía)

En 2007, llegó como coordinadora de Servicios Culturales del Faro de Oriente, pero su formación había comenzado antes, cuando un movimiento generalizado se estaba dando en la Ciudad de México, tras el arribo de Cuauhtémoc Cárdenas a la jefatura de gobierno, en 1997. “El perfil u orientación era de izquierda, cuando Alejandro Aura (entonces director de lo que se llamaba Instituto de Cultura del Gobierno del Distrito Federal), el gran gestor, escritor, poeta, promotor cultural, visionario, plantea esta cuestión de descentralizar la cultura”, afirma.

El de Oriente fue el primero, hoy son ocho Faros en la ciudad, todos en la periferia. “La participación de las mujeres fue fundamental, sobre todo en sus orígenes, porque se hacen pensando mucho en los jóvenes, que casi siempre son los últimos en llegar. Las primeras en llegar son las mujeres, ellas son siempre las que han luchado por las mejoras de sus comunidades, que empiezan por agua potable, pavimentación, luz, educación, y conforme las van obteniendo, se dan la oportunidad de pensar en la cultura y en la posibilidad de que tus hijos e hijas tengan otra forma de ser atendidos”.

ORIENTACIÓN IDEOLÓGICA

El desarrollo de los Faros caminó al mismo paso que los cambios en la Ciudad de México. Magali Cadena dice que se trató de una cuestión ideológica: “Hay una perspectiva, nos guste o no, que sí es ideológica porque tiene que ver, de entrada, de dónde emanamos. Los Faros emanamos de gobiernos de orientación de izquierda, no somos resultados del priismo, no surgimos en la época de Espinosa Villarreal, el último regente”.

(Créditos: Cortesía)

Otra diferencia fue la forma de utilizar y ver el espacio público: “El entendimiento de que el Zócalo de la Ciudad de México podía ser ocupado para conciertos y no para hacer espacios de represión, como lo habíamos vivido en el pasado, sino espacios de disfrute, de gozo”. Espacios donde todos eran vistos como iguales, incluso en los roles que el género les imponía: “De decir ‘no sólo juego ese rol cuidador, del que sirve, el que hace la comida en la casa, también vengo y me formo’, como sucedió con muchas mujeres”.

Una tercera razón era la gratuidad: “Eso cambió para todos aquellos puristas que piensan que se valora más la cultura si la pagas o no, nosotros partimos de algo muy claro: son derechos y es obligatorio para el Estado garantizar el derecho a la cultura. Había otra perspectiva, además somos el primer estado de la República con tener una ley que atiende la decisión de tu cuerpo y de tus derechos sexuales y reproductivos”. Todo eso permitió que las mujeres fueran tan importantes para el proyecto. 

PAL

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