CÚPULA

Entre la memoria, el dolor y la belleza

Con autorización de Seix Barral, ofrecemos un adelanto de Adiós al frío, donde la poeta española confirma su potente voz

Entre la memoria, el dolor y la belleza
Elvira Sastre Sanz es una poeta, escritora y filóloga española Foto: Pixabay

EL GRITO QUE SERÁ SUSPIRO

Y que abras los ojos,

y no me veas,

y que una parte de ti suspire aliviada

para que después vuelva la culpa

y pienses en ello,

y te des cuenta de que fuiste tú:

tú seguiste caminando,

tú dejaste de mirarme

el día que quise dibujarte la espalda,

tú me tiraste al suelo,

tú te reíste de mi herida,

tú cerraste las puertas en cada paso adelante,

tú bailaste con otra

mientras seguía sonando nuestra canción.

Y que abras los ojos.

Y me veas ahí, contigo, libre de marcas.

Y suspires de alivio.

Y que te mire.

Y que no seas tú.

Y suspire de alivio.

 

YA NADIE CONOCERÁ NUESTRA HISTORIA

Es raro escribirte desde un lugar

en el que tú y yo ya no estamos.

Es raro hablarle a alguien que ya no eres,

yo, que no sé quién soy.

Los años han pasado,

y he aprendido varias cosas que ya nunca

podré contarte

porque aquellas que fuimos ya no responden

nuestras preguntas,

pero aún soy capaz de escuchar el eco

de tus pisadas sobre mis manos

y eso es casi igual de extraño.

Ya nadie conocerá nuestra historia.

Hablo de ti desde la calma,

desde estas cuatro paredes que me protegen,

y no me duele.

Tal vez tenías razón.

Pero es que te miro

y no eres tú.

Entonces te escucho

y el amor desatendido sube como un fuego

por mi cuerpo acostumbrado.

Quisiera hablarte de mis miedos,

dejar a un lado el ruido y apoyarme

de nuevo sobre tu espalda,

preguntarte si tu pelo sigue siendo igual de suave,

por qué apagaste todas las luces.

Quisiera saber quién eres ahora,

si queda algo de la mujer que me encontré

cuando yo apenas comenzaba a vivir,

si encontraste al fin un hogar

que no te apretase tanto,

si me recuerdas al cantar en voz baja,

si aún dudas al bailar sobre las hojas del otoño.

Tú y yo ya no somos nosotras,

pero seguimos siéndolo en el sitio

al que acudo cuando tengo frío

y buceo entre mi memoria para encontrar

algo que me abrigue,

y así, como la vida cuando nos cuida,

me doy de bruces contra algo tuyo:

la cobardía, los impulsos,

la marcha lenta, un espejo roto,

ese carnaval inesperado,

dos canciones que como un relámpago

parten mi cuerpo a la mitad.

Así funcionan los recuerdos:

cuanto más lejos están,

más queman.

Y cuando uno se da cuenta,

el mundo entero ya está en llamas.

 

SAL DE TU HERIDA 

Me saben los labios a la

sal de tu herida.

Sal de tu herida, mi amor,

repetimos sin cesar, una y otra vez,

bajo esta idea nuestra de que las palabras

existen para salvar lo que se necesita.

Hoy puedo decirte que mi cuerpo

yace tranquilo al lado de un sol

que me recuerda al ciego

instinto por el cual seguí tus pasos,

ese que nos trae hoy

al lugar donde nos sentimos libres por primera vez.

La libertad está dentro de ti,

me dijiste un día,

y yo no lo entendí

hasta que te vi a ti al otro lado.

Tu nombre fue la salida de mi casa,

tu nombre es la entrada a mi hogar.

Por eso sé que no me equivoqué:

incapaz de moverme, llegué a ti.

Imagina dónde pueden llevarnos mis pasos.

 

TUS HUESOS QUE CHOCAN COMO PLACAS TECTÓNICAS

Tus huesos que chocan

como placas tectónicas

y destruyen reinos y crean países nuevos

y llueven inundan arrasan derrumban y

tus huesos que chocan

como placas tectónicas

y me obligan a empezar de nuevo

a ser valiente y a construirme

esta casa sobre ellos

y hoy hace tan bueno

que tengo ganas de empezar a vivir

en este lugar sin nombre sin gente

este lugar que huele a río

y mira esa montaña qué alta es

tanto como yo me dices

y creo que puedo subirla y

tus huesos que chocan

como placas tectónicas

y todos los árboles

son tan pequeños como yo

me dices

son cachorros

y es tierno verlos crecer igual que creces tú

alguien dijo una vez que hay que

escribir un libro tener un hijo y plantar un árbol

y yo quiero escribirte a ti

bajo la sombra del

nieto de este

roble y

tus huesos que chocan

como placas tectónicas

y eso que ves

son las estrellas

se ven porque en este lugar nuevo

se ve el horizonte desde cualquier punto y

todo empieza de nuevo y

tú empiezas de nuevo y

yo empiezo de nuevo y

tus huesos que chocan

como placas tectónicas

y la tierra

que empieza

de nuevo.

Por Elvira Sastre

 

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