CÚPULA

Panorama del teatro para niños en México

El país es conocido por el atrevimiento de textos que abordan personajes que se arriesgan a desafiar los estereotipos

CULTURA

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El país es conocido por el atrevimiento de textos que abordan personajes que se arriesgan a desafiar los estereotipos. Foto: EspecialCréditos: Foto: Especial

El parteaguas del teatro para niños que hoy vemos y leemos en México, ocurrió a finales de los 90. Antes, esta especialidad se movía, principalmente, en escenarios no teatrales. Todavía no alcanzaba el respeto y atención de la crítica, de los “teatreros”. Hacer teatro para niños entonces, justificaba un trabajo educativo y formativo que se servía de las artes escénicas. Sin embargo, ya contenía la fuerza con la que resonó al iniciar el siglo XXI. Le faltaba un punto de quiebre, “un permiso” que llegó en 1999.

Ubico cuatro momentos que marcaron la gestación de este Nuevo Teatro para Niños: en los años 20, con las misiones culturales de José Vasconcelos como Secretario de Educación, que permitieron que artistas como Lola Cueto, Liszt Arzubide, Fermín Revueltas, entre otros, del llamado grupo de Los estridentistas, crearon espectáculos de teatro guiñol que viajaron por todo el país, con una entrega y respeto a la niñez que no siempre se ve en este gremio pero que dejó una huella marcada en cuanto a lo social y lo educativo. El teatro para niños se definió entonces a partir de su función de entretenimiento o didáctica. Años 70-80, en los que se crearon compañías de títeres, teatro y música principalmente, con la influencia de los artistas exiliados por la dictadura sudamericana. Años 90 con la creación del Programa Alas y Raíces a los Niños, el cual dio trabajo a estas compañías y muchas nuevas que se instauraron para constituir la programación de aquél Alas y Raíces que se conoció por su capacidad de llegar a espacios y comunidades donde no llegaba el teatro. De ese movimiento nacieron proyectos como el festival de Telón abierto, en Aguascalientes, que abrieron una puerta para que los espectáculos para público infantil, para niños y niñas, o para jóvenes audiencias, como se llama ahora, entraran a los grandes escenarios. 

El cuarto momento ocurrió en 1999 y afectó sobre todo a su dramaturgia. Hoy, México es conocido por el atrevimiento de textos que abordan los llamados temas tabú, por los personajes que se atreven a desafiar los estereotipos. Sin embargo, no siempre fue así. Suzanne Lebeau llegó a México a impartir un taller para quienes escribíamos y nos dedicábamos, de diferente manera, a trabajar con los niños. Ahí lanzó la pregunta que nos descolocó: ¿De qué quieren hablar cuando escriben?, ¿vamos a seguir contando historias repetidas, endulzadas y desactualizadas?, ¿o podemos atrevernos a escribir una dramaturgia que le hable honestamente a los niños y niñas? Así comenzó una manera de plantearse este teatro: más profesional, más poético, más dramatúrgico que usó el inicio del siglo XXI para lanzarse como torpedo.

SUPERHEROÍNAS. LAS PRINCESAS SE REBELAN. Amaranta Leyva, ilustraciones de Ilaria Ranauro, 2021. Ed. Penguin Random House. Cortesía: Penguin Random House.

Fue como si estas preguntas hubieran ayudado a romper, todas juntas, las barreras de la censura y autocensura. Entonces, un universo atrevido, divertido, profundo y complejo, pobló esta dramaturgia. Venía de las historias de y para la infancia. Historias sobre asuntos que antes eran impensables abordar: muerte, divorcio, violencia, miedos, en resumen, se comenzó a hablar de la vida desde las entrañas. Y nacieron textos que enamoraron a chicos y grandes y, al Teatro con mayúscula. La Psicología, entonces, se acercó a estos universos. Sin proponérselo, estaban vivas las teorías de Winnicot sobre el objeto transicional, de Cyrulnik, sobre la resiliencia. 

Fueron años de mucha creación y reflexión. Los teatros comenzaron a abrir más espacios para su programación y el público se habituó. Fue la época en que, no pocas veces, padres salían furiosos a mitad de una obra porque lo que veían no era para niños. Y no, no era según las normas de lo que se veía y contaba en México. Fueron años de atrevimiento y ruptura, de hallazgos creativos, de una comunicación directa con el público. Los adultos salían de la sala, pero los niños reclamaron su derecho a quedarse. Eran historias que los representaban. Se creó un teatro vivo.

El teatro para niños de México se volvió uno de los más fuertes de América Latina. Llegó un momento en que fue, incluso, más atrevido, valiente y contemporáneo que el de adultos. Hubo producciones que quedaron grabadas en la historia del teatro, tanto por la fuerza de los textos, como por la calidad de los montajes. Y es que muy pocas veces se había arriesgado el Estado a invertir en producciones para jóvenes audiencias y autores, directores y actores que despreciaban este teatro, comenzaron a explorarlo.

Antes de la pandemia, ya comenzaba a sentirse un quiebre: tanto interés por este teatro puso de moda una escritura cuya naturaleza era el ámbito de lo íntimo. Y entonces, los temas tabúes comenzaron a contarse a gritos, demasiado fuerte y rápido, llevándonos a lugares comunes. Estamos hoy, creo, frente a una disyuntiva: volver a cuidar esa intimidad sin perder el lugar que ya ganó el teatro para jóvenes audiencias o seguir este camino hacia las grandes producciones que, a fin de cuentas, vuelven a justificar aquella función de entretenimiento o didáctica de los años 20. 

Hoy el teatro en el mundo vive, un stand by al que se ha reaccionado de diferentes maneras. Respecto al teatro para niños yo espero que nos ayude a tomar elección. Hay preguntas claves, que son las mismas de siempre: ¿De qué quiero hablar desde mi escritura? ¿Qué voy a llevar al escenario después de la experiencia que las niñas y niños han vivido en más de un año de encierro en sus casas? ¿Qué historias valdrán la pena ir a ver al teatro? Hoy nos enfrentaremos a un público que se ha cambiado ¿qué cambió  en sus hábitos por no poder salir al mundo?, un público que, también, y sobre todo, trae consigo una esperanza e ímpetu por regresar a la vida de carne y hueso, la que se les arrebató de un día para otro. Y aquí viene la última pregunta, ¿estaremos a la altura de ese deseo de comerse al mundo de las infancias hoy en día?

ILUSTRACIONES DE ILARIA RANAURO. En el libro Superheroínas. Las princesas se rebelan. Amaranta Leyva, ilustraciones de Ilaria Ranauro, 2021. Ed. Penguin Random House. Cortesía: Penguin Random House.

Por Amaranta Leyva

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