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La Hipódromo, redescubriendo un modelo

En tiempos recientes observamos un fenómeno mercadológico, en el cual se vende un estilo de vida a partir de un coctel de características

CULTURA

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La colonia Hipódromo Foto: EpecialCréditos: Epecial

En esta época de cambio, fruto de la pandemia, pero también resultado de múltiples problemas añejos ligados a la manera en que vivimos en nuestras ciudades, se presenta un momento de crisis, pero también de oportunidad. El modelo de urbanización basado en ciudades extensas, el ideal de la casa, la zonificación y la movilidad mecanizada han sido criticados.

Bajo esta luz, resulta evidente el valor que ofrece la colonia Hipódromo y otras similares de la Ciudad de México que apuestan por un modelo diferente basado en la ciudad compacta, apoyado en el ideal del edificio de apartamentos, el uso mixto y la vida peatonal. De hecho, en el caso de la colonia Hipódromo esta valoración como veremos no es nueva. Sin embargo, en la vorágine inmobiliaria en que han estado inmersas estas colonias en las últimas décadas, este valor se ha puesto en entredicho. De ahí que sea importante entenderlo en aras de utilizarlas como guía para replantearse el cómo habitar la ciudad frente a los retos que actualmente se nos presentan.

La Hipódromo aún es ejemplo de lo que el ciudadano de a pie entiende como “vida de barrio” y los especialistas definen como “lugar”. Al respecto mucho se ha escrito, pero hay cierta claridad en cuanto a que el sentido de que el barrio o el lugar no es tanto un sinónimo de espacio como lo es de identidad. Su definición es más cercana a la idea de pertenencia que a una ubicación. Dos conceptos complementarios en la concepción del barrio-lugar serían los aspectos sociales y la historia. Es decir, los vínculos sociales que ahí se establecen y los testimonios del pasado que albergan y comunican. En este escenario, la pregunta sería: ¿Cuáles serían esos elementos que generan el sentido de lugar en la Hipódromo?

Si observamos a detalle esta parte de la ciudad constatamos que los elementos que la construyen se superponen unos a otros; es decir, coexisten varias temporalidades. En el caso de la Hipódromo, los rasgos de toda la colonia se concentran en la forma que tomó la urbanización que se desarrolló a partir de 1925 en el antiguo emplazamiento del Hipódromo de la Condesa y del cual tomó su nombre.

Siendo los elementos constitutivos en lo especifico de esta colonia la disposición de sus calles, muchas de ellas curvas y con camellones, que parecen converger a un centro común: el Parque México. La arquitectura art déco que ahí se desarrolló, un tipo de arquitectura moderna en su construcción, pero profusamente artística y ornamental en su ejecución; algunas casas, más bien compactas, y muchos edificios de apartamentos de escala y proporciones muy humanas. Su omnipresente vegetación y la idea de una ciudad jardín con el exuberante Parque México, el Foro Lindbergh, el reloj y lago. De forma mucho más amplia sus habitantes, muy particularmente la presencia de la comunidad judía, la cual se refiere de forma familiar en idish al barrio como Di Colonie. En resumen, el estilo de vida moderno y cosmopolita que ahí floreció y que representó un momento importante de la historia de la ciudad.

La colonia Hipódromo Foto: Epecial

Como ha dicho el galerista alemán Paul Maenz sobre le art déco: “Si admitimos que gusto y estilo son frutos del consenso social y refrendo de su época, igualmente tendremos que admitir que aun los arts déco son con demasiada frecuencia sobrecargados, espontáneos y paródicos, con idéntica frecuencia son el reflejo fiel de la época que ilustran, de su frivolidad, refinamiento y nerviosismo”.

Estas características no sólo conformarían el modelo que representa, sino serían también la razones detrás de su resurgimiento en los 90 del siglo pasado; a partir de la idea del regreso a la ciudad central. Una ciudad con características específicas de forma de vida, edificios de apartamentos, vida de barrio, conectividad, servicios; en contraste a la periferia suburbana y su dependencia del automóvil, el aislamiento y largas distancias.

Cabe recordar que la Hipódromo tuvo por lo menos tres etapas en su conformación. Una inicial y decisiva, a partir de 1925, una fulgurante entre 1950 y 1970, y una final entre 1970 y 1990. En su última etapa la colonia experimentó importantes desequilibrios, en gran medida fruto del éxodo de población como resultado del sismo de 1985, pero también debido a una crisis anterior ligada a la especulación inmobiliaria y las dinámicas de urbanización en otras partes de la Ciudad de México.

En ese escenario que en algo nos recuerda lo que escribió el ruso IsaakBábel sobre su ciudad natal: “[…] Odesa ha conocido la prosperidad, pero ahora está en decadencia, una decadencia poética, algo despreocupada y terriblemente indefensa”. La Hipódromo que había quedado a la deriva, empezaría a valorarse de nuevo a finales de 1970, cuando la importancia y significación de la arquitectura art déco en México sería estudiada. Lo que en el caso de la colonia Hipódromo derivaría en una exposición en Bellas Artes en mayo de 1985, previo al catastrófico sismo de aquel año. Dicha exposición representó no sólo el inicio de un reconocimiento generalizado, sino su vinculación directa con la colonia Hipódromo; inclusive –siendo uno de los promotores de la exposición– la propia comunidad judía a través del Comité Central Israelita de México A.C.

Lo que paso después ya lo conocemos, la recuperación gradual de la colonia Hipódromo, cargada inicialmente del idealismo sobre el regreso a la ciudad central y una relación clara y de respeto frente a las características que dotaban al lugar de su sentido. Publicaciones como Colonia Hipódromo, de Edgar Tavares López de 1999, y Condesa Hipódromo, de Jeannette Porras del 2001 lo constatan. Circunstancia que, no obstante, el respeto inicial fue quebrantándose progresivamente debido al desequilibrio en la apertura excesiva de servicios. Particularmente restaurantes y bares orientados a la población de la ciudad y no del barrio. Aunado a ello, la especulación por parte de los desarrolladores de vivienda que levantaron edificios que parecen no haber entendido la esencia del modelo urbano del lugar, apostando por altas densidades, edificios con plantas bajas de estacionamientos sin espacios comerciales, etc.

En tiempos recientes observamos un fenómeno mercadológico, en el cual se vende un estilo de vida a partir de un coctel de características; tales como imagen arquitectónica, centralidad, uso mixto, un ambiente urbano cosmopolita, cierto tipo de población (clase social y edad), etc. Inclusive se relaciona a estas partes de la ciudad con otras ciudades del mundo en torno a una imagen-producto de vida, que se puede englobar dentro de la llamada subcultura hípster. En este contexto, la arquitectura art déco juega un rol al formar parte de ese collage de valores que hoy en día son comercializados. Esta cuestión, no es novedosa en su esencia, pero si en su magnitud y conlleva a un reto en la conservación de colonias.

Como nos recuerda el antropólogo francés Marc Auge, una de las situaciones más persistentes en nuestra experiencia contemporánea del habitar resulta en lo que él define como el “no lugar y el espacio del anonimato”. Es decir, un lugar que no posee identidad, o que no evoca relaciones sociales e históricas. Que no es otra cosa que un entorno construido que no genera comunidad que no es barrio. Por lo cual es necesario percatase de lo que se está en juego en nuestras ciudades y porque es imperativo conservar la Hipódromo y su sentido de lugar. No requerimos consumir la ciudad, sino vivirla.

Por Alejandro Leal

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