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DIEGO RIVERA

Diego Rivera: Revolución desde la arquitectura y el pincel

El artista no se contentó con su obra mural, además diseñó y construyó El Anahuacalli

CULTURA

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LAS FOTOS. Archivo Diego Rivera y Frida Kahlo, Banco de México, fiduciario en el Fideicomiso relativo a los Museos Diego Rivera y Frida Kahlo.Créditos: Foto: Archivo

Durante la primera mitad del siglo XX, en lo que hoy conocemos como Europa Occidental, acontece un fenómeno determinante en la Historia del Arte: las vanguardias. México, por su parte, desarrolla en este mismo periodo un movimiento de arte propio, de gran impacto e influencia nacional e internacional: el Muralismo. Este proyecto artístico, social y educativo se gesta como consecuencia constructiva de la Revolución y la posrevolución mexicanas; Diego Rivera fue uno de sus más ávidos fundadores.

En 1921, el pintor originario de Guanajuato regresó a México después de 14 años de estudiar y trabajar en Europa, donde se había vinculado a la escena artística parisina y sufrió la terrible precariedad de la Primera Gran Guerra. De acuerdo a su biógrafo y amigo, Bertram Wolfe, al volver a su país, la concepción social de Rivera respecto al arte era resultado de una combinación de agrarismo mexicano, anarquismo español, marxismo soviético, revolucionarismo ruso y peripecias artísticas del barrio parisiense de Montparnasse.

Interior Museo Anahuacalli. Foto: Bob Schalkwijk. Cortesía: Museo Diego Rivera–Anahuacalli.

Reconstruir la educación 

Por su parte, el secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, reúne a artistas e intelectuales, que habían sido dispersados por la Revolución, en una colaboración que tenía por objetivo reconstruir al país a partir de la educación y la cultura. Estos valores posibilitarían la organización conjunta del nuevo proyecto de nación posrevolucionaria. Entre los artistas convocados estuvo Rivera, quien se hace merecedor de la confianza de Vasconcelos debido a su profesionalismo y a su pasión por forjar la patria.

Es así como Vasconcelos le confía los murales de los edificios públicos institucionales. En ellos, el pintor representaría la vida social e identitaria de México, aunada los ideales que la Revolución había defendido y que debían, por ende, determinar el futuro de la República. Entre estas virtudes sociales encontramos lo revolucionario, lo nacional, lo popular y lo indigenista, presentados como cuatro elementos constitutivos del nuevo México. Estos, debían ser visualmente integrados y comunicados todos los mexicanos, sin ningún tipo de exclusión, a través de creaciones artísticas monumentales que se constituyeran en bienes nacionales y públicos: los murales.

Interior Museo Anahuacalli. Archivo Museo Diego Rivera Anahuacalli.

Historia y presente

Es indudable que el resultado del trabajo muralista de Diego Rivera compone un legado íntegramente vigente, porque no sólo forma parte de la Historia del Arte, sino que asimismo comprende activamente nuestro presente. Estos murales continúan comunicando a sus espectadores la esencia de México plasmada en formato bidimensional y a la vez integrada con evidente maestría a las formas arquitectónicas de edificios que representan la historia de la institucionalidad mexicana y en donde, en algunos casos, ésta se sigue desarrollando día con día.

Por esta razón, la contemplación y conocimiento de estas excelsas obras de arte, es un deber indispensable y disfrutable para los mexicanos y para quienes nos visitan desde el extranjero. Los 128 paneles decorados de la Secretaría de Educación Pública, en Ciudad de México; el majestuoso mural Canto a la tierra y a los que trabajan, en la ex capilla de la Universidad Autónoma de Chapingo; el inigualable Zapata con su caballo blanco del Palacio de Cortés, en Cuernavaca, y la bellísima ilustración de la Epopeya del pueblo mexicano, en Palacio Nacional, son algunas de las creaciones riverianas que debemos considerar como emblemáticas narrativas estéticas de nuestra historia; en particular, de aquella surgida como resultado de la Revolución.

Fachada Museo Anahuacalli. Foto: Christian Klugmann. Cortesía: Museo Diego Rivera–Anahuacalli.

Anahuacalli

Interesantemente y como algo característico de los genios del arte, Rivera no se contentó con la ejecución de su magna obra mural, sino que además diseñó y construyó el Anahuacalli, un gran museo para exponer y resguardar su colección de arte prehispánico. En esos tiempos, se apreciaban estas piezas únicamente como arqueología, pero no como creaciones artísticas. Diego Rivera entonces, fue pionero respecto al paradigma contemporáneo que hoy le otorga al arte prehispánico y la apreciación estética que se merece. Esta convicción llevó al maestro a donar el Anahuacalli como su legado más preciado, declarando: “Devuelvo al pueblo de México lo que de la herencia artística de sus ancestros pude rescatar”.

El Anahuacalli fue concebido por Rivera como un Templo y Ciudad de las Artes; esta última compuesta por espacios creativos y expositivos, donde diferentes manifestaciones armonizaran entre sí. Por esto, actualmente está culminando el proyecto de construcción que completará este sueño de Rivera, que quedó inconcluso tras el fallecimiento del artista, en diciembre de 1957.

Archivo Rivera y Kahlo, Banco de México, fiduciario en el Fideicomiso relativo a los Mu- E seos Diego Rivera y Frida Kahlo

Asimismo, el museo incluye un hermoso Espacio Ecológico: una reserva natural de 31 mil metros cuadrados de vegetación originaria. Este recinto, concebido para el pueblo de nuestro país, nos recibe para ser una vez más espectadores de la genialidad de Rivera, así como testigos del amor de este maestro por el México revolucionario y el actual.

Por Ximena Jordán y Xochiquetzal González

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