Mi querido lector: ¿en dónde empiezan y en dónde terminan los derechos de las personas que tenemos mascotas? ¿Cuál es la línea que delimita lo que está permitido y lo que no? ¿Cómo se ejerce la libertad de las personas que no quieren estar con animales a su alrededor?
Entender los límites entre los derechos de las mascotas y los derechos de las personas a quienes no les gusta convivir con ellas es un tema complejo y en constante debate. Ambas posturas pueden ser consideradas un capricho millonario.
Lo más importante es reconocer que las mascotas en general merecen el derecho a la vida, a la protección contra el maltrato y a condiciones de vida adecuadas. Y estoy completamente de acuerdo en que esté penado legalmente el maltrato animal. También reconozco que para los que tenemos mascota, la conexión que existe con ellos es profunda y significativa, además nos proporciona beneficios emocionales y físicos simplemente por estar con ellos.
En ningún momento estoy poniendo en tela de juicio estos derechos que tienen los animales, pero, por otro lado, hay personas que eligen, por diferentes motivos, no convivir con mascotas, ya sea por alergias, temor, o simplemente preferencias personales. Estas personas también tienen derechos, como el derecho a vivir en un ambiente que les resulte cómodo y seguro.
En términos legales, muchos países han establecido regulaciones con respecto a los derechos de los animales y a las responsabilidades de sus dueños. Leyes que van desde el maltrato animal, lugares en donde se permiten animales, y restricciones en lugares públicos y privados.
Estas normas buscan proteger tanto a los animales como a las personas, buscando que ambas partes vivan en armonía. Pero hay esa fina línea en donde entra, o a veces no, el civismo y la ética de las personas. En donde vas a casa de tu amigo y aunque ames a los perritos te molesta que su mascota literalmente está encima de ti, o cuando viajas en avión y la persona de al lado tuyo trae un “perro de asistencia” que ocupa parte de tu lugar, o cuando vas caminando y pisas las “gracias” de algún perrito, cuando vas en la calle y no traen a la mascota con correa o no la puede controlar el dueño.
Aunque la educación juega un papel muy importante en esta ecuación, aquí hay sentimientos involucrados, no pueden entender cómo no les da gracia a los demás su mascota y por lo tanto les cuesta mucho trabajo respetar a aquellos que no lo comparten.
Es importante aquí enseñar a los dueños de mascotas a ser responsables y respetuosos con los derechos de los demás, y en ocasiones tomar decisiones difíciles como prohibir la entrada a ciertos establecimientos.
Estas decisiones deben basarse en evaluaciones objetivas, tomando en cuenta los derechos de los animales y de las personas involucradas.
El capricho de una persona no puede ser el castigo de otra.
POR BRENDA JAET
MAAZ