El campo mexicano enfrenta un enemigo silencioso, pero devastador: la sequía, que antes era un fenómeno cíclico, hoy es una crisis permanente que amenaza la seguridad alimentaria del país y pone en riesgo la competitividad del sector agroindustrial.
El más reciente informe del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), dirigido por Juan Carlos Anaya, revela un panorama preocupante: el número de municipios afectados por la sequía pasó de 209 a 300 en solo dos semanas, mientras que las presas de uso agrícola operan al 40.2 por ciento de su capacidad, niveles críticos para garantizar el abastecimiento de agua en el sector.
En este contexto, el Plan Hídrico anunciado por la presidenta Claudia Sheinbaum es una iniciativa que pretende garantizar el acceso al agua y mitigar los efectos de la sequía, pero la gran pregunta sigue en el aire: ¿será suficiente para enfrentar el impacto que ya está afectando la producción agroalimentaria?
Las cifras del GCMA muestran que la sequía sigue avanzando sin tregua, pues el 42.4 por ciento del territorio nacional ya presenta algún grado de sequía, un incremento del 1.4% en comparación con finales de febrero, mientras que en estados clave para la producción agrícola, como Sonora, Chihuahua, Coahuila y Durango, la sequía extrema a excepcional se ha intensificado.
Este escenario tiene implicaciones directas para la agroindustria como la disminución en la producción de cultivos esenciales como maíz, trigo y hortalizas o el aumento en los costos de producción, ya que el acceso al agua se vuelve más caro y escaso, además de un impacto en la exportación agroalimentaria, con posibles caídas en los volúmenes de productos clave como aguacate, tomate y berries.
A menos que se implementen estrategias eficaces y de rápida ejecución, el país podría enfrentar una caída significativa en la producción agrícola, lo que afectaría tanto a los agricultores como a los consumidores, al elevar los precios de los alimentos.
A pesar del anuncio del Plan Hídrico anunciado por el gobierno federal, existen tres desafíos clave que deben atenderse de manera inmediata:
1. Inclusión de pequeños y medianos productores
El acceso al agua y a la tecnología hídrica no puede ser un privilegio de los grandes agroindustriales. Los pequeños y medianos productores, que representan la mayoría del campo mexicano, deben tener acceso a financiamiento y apoyo técnico para modernizar sus sistemas de riego.
2. Estrategias de corto plazo para enfrentar la sequía
El Plan Hídrico es una apuesta de largo plazo, pero los agricultores necesitan soluciones inmediatas. Se requieren programas de emergencia para mitigar los efectos de la sequía este año, como subsidios para el acceso al agua y seguros agrícolas más accesibles.
3. Protección de la agroindustria ante el impacto climático
México es uno de los principales exportadores agroalimentarios del mundo, pero sin acceso al agua, la competitividad del sector está en riesgo. Es fundamental generar incentivos para el uso eficiente del agua en el agro, así como fomentar prácticas sustentables y resilientes al cambio climático.
El informe del GCMA deja claro que la sequía no es un problema futuro, es una crisis que ya está afectando al agro mexicano. La respuesta del gobierno con el Plan Nacional Hídrico es un paso en la dirección correcta, pero la clave está en la ejecución: cada día que se pierde es un día más de incertidumbre para los agricultores y la industria agroalimentaria.
México tiene la oportunidad de transformar su gestión del agua, garantizando su acceso y uso eficiente para la producción de alimentos. Sin embargo, si la implementación del Plan Hídrico no responde con la urgencia que la situación requiere, el impacto en la producción, los precios de los alimentos y la competitividad del agro, será irreversible.
POR MARIANA OTERO BRIZ
COLABORADORA
@Brizcocho
MAAZ