A 50 días de la asunción de Trump al poder es posible concluir que la insensatez se ha instalado como principio. No sólo la banalidad llena los espacios del Despacho Oval, también la arrogancia, la falta de sentido común, la irresponsabilidad, la irracionalidad, la inconsciencia, hasta guiños de locura, la absoluta irreflexión y la temeridad imprudente, o como diría Michael J. Sandel, aclamado profesor de Harvard, el “reckless politics”.
Esta insensatez como principio se traduce en política imprudente, en toma de decisiones sin la debida consideración de las consecuencias a largo plazo o sin un análisis adecuado de los riesgos involucrados. Esta versión Trump2.0 está impulsando afectaciones a corto plazo, por una falta de visión estratégica que puede llevar a resultados negativos para las economías del mundo, y esencialmente a México, que está expuesto tanto por la cercanía geográfica, como la alta dependencia comercial y financiera.
¿Estaremos en los albores de una crisis financiera por esta manía de imposición de aranceles, o ante un conflicto internacional mayúsculo por falta de sensibilidad en el tema de Gaza y Palestina o por la poca diplomacia en relación con Ucrania, Groenlandia, y Panamá; o ante un impacto medioambiental severo por la negligente postura ¡¡drill, baby, drill!!, o la promesa de tala inmoderada de las reservas de los bosques maderables de Norteamérica?
Sostener que el enfoque directo y disruptivo de Trump es necesario para desafiar el statu quo y defender los intereses de Estados Unidos, es controvertible. Cierto es que la globalización ha generado ganadores y perdedores, y que ello ha alimentado el auge del nacionalismo; sentimiento que Trump arropó con el lema “America First”. Y aquí, el profesor Sandel reconoce que Trump capitalizó un descontento legítimo, pero critica su enfoque por ser excluyente y por no abordar las causas profundas de la desigualdad global.
¿Qué podemos hacer en México?
En el corto plazo es prioritario usar las herramientas que el gobierno de Trump descarta, es decir, la racionalidad, la templanza, la sensatez, y el sentido común y de oportunidad, y en esto, sin regateo, Claudia Sheinbaum ha sido eficaz, ha sabido capitanear la nave; en el mediano y largo plazo, la dependencia e interconexión de la economía mexicana y estadounidense debe disminuirse de manera real, drástica y sistemática.
Guste o no, el mundo cambió y el enfoque de globalización que conocimos tiene sus días contados. A partir del 2 de abril, en adelante, es probable que se le pongan varios clavos al féretro y nos instalemos en las épocas del “medio aislamiento”, sobre un tablero en un juego menos interconectado y en donde el principio de consumir lo propio, lo nacional, tendrá relevancia y contundencia.
Llegó la hora de lo nuestro: HECHO EN MÉXICO.
Diego Latorre López
@diegolgpn
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