Todas las naciones establecen programas entre ellas que al tiempo les permiten alcanzar metas de desarrollo consensuadas. La Cooperación Internacional nace en 1945 a partir de la suscripción de la Carta de San Francisco, o Carta de las Naciones Unidas, cuyo capítulo IX está dedicado a la Cooperación Internacional Económica y Social.
La cooperación internacional tiene como objetivo promover acciones que contribuyan al desarrollo sostenible y a mejorar el nivel de vida de la población mundial a través de la recepción e intercambio de información, conocimientos, tecnología, experiencias y recursos.
Por eso las declaraciones del presidente Donald Trump no abonan a priorizar una verdadera cooperación internacional. Al contrario, tensan las relaciones bilaterales entre naciones que deben ser de respeto, garantizando en todo momento la libre autodeterminación de los pueblos.
El renombrar el Golfo de México como el de América, bajo el pretexto de que Estados Unidos es el que más recursos invierte en la región es absurdo. Este espacio marítimo que se extiende en una franja de un millón seiscientos mil kilómetros cuadrados es compartido con nuestro vecino del norte y Cuba.
Entre México y Estados Unidos en el Golfo de México tienen una longitud de costa muy similar, con unos 2,700 kilómetros cuadrados cada uno. El cambio de nombre que llevó a cabo Trump puede tener un alcance interno, pero para que lo tenga a nivel internacional se requeriría el consenso de Cuba y México, lo cual no va a suceder.
Otra expropiación no de nombre, pero sí física que maneja el mandatario estadounidense es la del Canal de Panamá. Un lugar estratégico para el comercio internacional y que estuvo controlado en forma exclusiva por Estados Unidos durante mucho tiempo, gracias a los tratados internacionales Torrijos-Carter.
Ahora Trump quiere recuperar el control del canal, ya que según el mandatario Panamá impone tarifas excesivas a los barcos con pabellón estadounidense, además de que acusa a China de que se está haciendo del control de la región.
Era obvio que estas declaraciones ya provocaron la reacción e indignación del gobierno panameño, cuyo presidente, José Raúl Mulino, declaró que cada metro del canal y su zona adyacente es propiedad de Panamá y lo seguirá siendo.
Panamá recuperó la soberanía total del canal en forma definitiva en diciembre de 1999; desde entonces es administrado por la autoridad del canal de Panamá, cosa que no ha evitado que siga rondando el fantasma de la ambición de algunos, debido a su ubicación estratégica y a su importancia para el comercio global.
Incluso, para justificar una eventual invasión militar en el canal, Trump ha argumentado que podría existir un riesgo para la seguridad de Estados Unidos, ya que el control en los extremos del canal, tanto en el puerto de Colón como en el de Balboa, son gestionados por empresas con sede en Hong Kong.
Afirmaciones sin pruebas del mandatario han desatado el enojo de muchos panameños que las ven como un atentado contra su soberanía, además de despertar los recuerdos de la invasión norteamericana de 1989 que caló profundamente en la memoria colectiva panameña.
Todas estas tensiones provocadas por ocurrencias y delirios de grandeza no ayudan en nada a fomentar una verdadera cooperación internacional que promueva el desarrollo entre las naciones.
POR EDUARDO MACÍAS GARRIDO
@EDUARDO84888581
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